La primera vez que vi a Falcao con la camiseta del Atlético de Madrid todavía me dolía esa víscera tan en desuso en los tiempos modernos que algunos llaman corazón. Me ocurrió lo mismo cuando vi por primera vez a Forlán o a Courtois o a Agüero. No piensen por tanto que hablo exclusivamente del colombiano. Mientras a mi alrededor el grueso de aficionados entiende perfectamente ese nutrido ramillete de tesis que explican “perfectamente” la salida de los ídolos del Atleti.