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La defensa del Atlético es un circo. La culpa la tienen, a partes iguales, los dueños del club y el entrenador. Los dueños porque siguen fichando jugadores mediocres, que no podrían jugar ni en la Segunda división, gracias a los consejos de García Pitarch, director deportivo, director técnico, secretario técnico, ojeador o lo que sea que haga este señor. Sea cual sea su trabajo, lo hace mal. Pero él sigue viajando a Brasil (allí ya le llaman Suso, empieza a haber confianza) a buscar jugadores que nadie querría ni allí. Y ojo, se rumorea que en junio vendrá un tal Miranda. Agárrense los machos.

Por si no fue suficiente el bochorno de la derrota del jueves contra el Trampas, el Atleti nos tenía reservado el postre: el partido contra el Sporting. No voy a comentar un partido porque no fue un partido de fútbol, por lo menos por nuestra parte. Ni siquiera voy a insultar como se merecen a Perea y a Raúl García que han regalado el gol. Si no han visto el partido, decirles que enhorabuena. Se han ahorrado 12 euros y un buen rato de rabia e indignación.

El Calderón ayer fue una fiesta. Una fiesta grande. Era el primer partido de liga y la afición acudía feliz y contenta tras la conquista del segundo título europeo en tres meses y medio. Pero, no sólo por eso sino también por la forma en la que se ganó la Supercopa ante el Inter de Milán.

El Atlético culminó anoche una semana con tres victorias en tres partidos y doce goles a favor. Parece que vuelven los tiempos de un equipo más o menos fiable, goleador y que solventa los partidos con cierta comodidad, aunque siempre con algo de angustia. Se han pasado los tiempos recientes en que todo era tristeza y temor a un nuevo temporada fracasada.

El partido que se jugó anoche en el Calderón fue un partido extraño. Principalmente porque faltaba mucha gente de los habituales, como yo, como Tomi, como mis compañeros y amigos de grada y como tantos otros, quizás 25.000 que no nos dejamos engañar una noche más.

Por fin un partido en el que el Atlético de Madrid jugó como le pedimos la mayoría de los aficionados: al ataque. Un ataque demoledor, sin compasión del enemigo. Llevábamos dos meses y medio deambulando por campos de media España hasta ayer en que el Atleti se decidió a ir por el partido sin especulaciones, sin cálculos.