¡Qué bien lo entendió Jesús Gil en 1987! De un plumazo se cargó la esencia del Atlético de Madrid cuando despidió a Landáburu a Quique Setién y a Arteche. Fue la primera irregularidad cometido por el fallecido presidente. No le importó, puesto que los réditos obtenidos por semejante atropello compensaron su derrota en los tribunales. Los atléticos creímos que elegíamos entre Gil o la desaparición del Atleti, cuando Gil era la desaparición misma. Entonces, empezó el declive.