En 1891 Herbert Kilpin, un inglés nacido en Nottingham que trabajaba de asistente en uno de los numerosos almacenes de encajes de la ciudad británica y que también actuaba de esforzado defensa en el Notts Olympic local (y más tarde en el equipo de la parroquia de St. Andrews), decidió aceptar la propuesta que le hizo Edoardo Bosio, un empresario ítalo-suizo especializado en la industria textil y muy bien conectado con los productores de encajes locales.