forzaatleti

Desde que Alejandro Magno prohibió la barba entre sus soldados por temor a que supusiera una desventaja en el combate cuerpo a cuerpo (los enemigos podían agarrarlas desestabilizando al portador) los barbudos han sufrido todo tipo de calamidades. En la Rusia de Pedro I, por ejemplo, las personas que deseaban seguir luciendo con orgullo su vello facial debían satisfacer un impuesto. Con anterioridad, Enrique VIII ya había instituido un tributo similar. Lucir una barba superlativa nunca ha sido tarea fácil.

Les gustaba más el Atleti de plastilina, de blandiblú. Fofo, amorfo. Sin ideario, sin alma, sin espíritu, sin corazón. Un Atleti que se venía abajo al menor contratiempo. Un equipo en el que sus jugadores se acomodaban porque no se les exigía nada. Un club que contrataba entrenadores que no tenían ninguna identificación con los valores históricos de la entidad. El Atleti vivió amancebado con la desidia durante lustros. Ese era el Atleti que satisfacía a los rivales.

Hay una expresión popular en castellano que dice eso de «por un quítame allá esas pajas» para referirse a solventar una nimiedad rápidamente y sin esfuerzo. Pues eso debieron decidir reunidos en conclave casi cardenalicio los popes del fútbol español cuándo reunidos en torno a la mesa de reuniones de la LFP sacaron solemnemente sus plumas Mont Blanc y uno tras otro la gran mayoría fueron firmando una petición de indulto para Don José María del Nido

Lo lógico y normal hubiera sido que el incremento de la cláusula del contrato de Koke con el Atlético de Madrid hubiera llenado de alegría y tranquilidad a la hinchada colchonera. Por experiencia sabemos que las cláusulas que firman los profesionales en los contratos con el Atleti no significan nada. Por esa razón, ha pasado casi desapercibida.

En varias ocasiones el presidente Enrique Cerezo ha hecho alusión al pago de las cláusulas

Hoy me gustaría hablar de la afición del Atlético de Madrid. Mejor corrijo y aclaro que mi mensaje va dirigido a una parte, no sé si mayoritaria aunque me gustaría pensar que no, de esa hinchada que no siempre sabe disfrutar del equipo. Por mucho que la religión Cholista se esté empeñando en borrar de un plumazo años y años de sambenito pupista, todos en nuestro interior hemos llevado alguna vez ese atlético cascarrabias y ansioso por soltar palos a diestro y siniestro aunque la ocasión, como es el caso, no lo merezca.

Andrea Berta es el hombre de confianza que ponía Peter Lim como avanzadilla a su, posteriormente fallido, desembarco en el Manzanares. Berta, que se quedó en el Atleti por alguna misteriosa razón que no acierto a desentrañar, declaró recientemente en una emisora de radio italiana: «El Atlético es un club que por naturaleza debe vender cada año”. Remachó las palabras anteriores diciendo: “Pensamos que podremos retener a nuestros jugadores, al menos, por otro año más»

Cada uno tenemos en nuestro ideario una colección de encuentros gloriosos que guardamos como oro en paño en la memoria. Entre ellos hay multitud de partidos Atlético de Madrid-FC Barcelona. Pero yo antes de que ruede la bola en el fortín en el que ha convertido el Vicente Calderón y de pelear por un liderato y quien sabe si por una Liga quiero hablarles de otro Atlético. De uno que no ganó aunque lo mereció, de uno de hace más de 20 años