forzaatleti

Tras la derrota del Atlético en tierras helenas surgió un interesante debate en Twitter del que no pude abstraerme: un Atleti en construcción. La tesis se sustenta en que el rapto de jugadores de peso (Costa, Filipe y Courtois, principalmente) obliga a Simeone a darle una nueva vuelta de tuerca al equipo. Desde luego, esta opinión es plenamente defendible aunque surja, en muchas ocasiones, de un pensamiento más intuitivo que reflexivo. Por ello, entiendo también, que se trate de la opinión mayoritaria entre los Atléticos a día de hoy.

En esas horas largas previas a todo lo importante los adjetivos sobrevuelan tu cabeza intentado posarse atropelladamente; luchando por describir lo que viviremos mañana. Son momentos de liturgia. De preparación y recogimiento. Instantes en los que se afilan las armas con el espíritu sereno y calmado por el bálsamo que siempre otorga la cercanía de lo inevitable. Cuando el hoy y el mañana casi se tocan no hay marcha atrás. Estás aquí, pero pronto estarás luchando, que es lo mismo que decir que ya estás luchando.

A menudo se cita a las «Meditaciones» de Marco Aurelio como una de las obras clave en la bibliografía estoica clásica. El emperador las escribió en mitad del fragor de las campañas contra los bárbaros germanos a lo largo del Danubio. Aquellos que hayan leído la obra, pueden imaginar por un momento la templanza necesaria para plasmar toda la esencia del estoicismo romano entre el barro, la sangre y la barbarie propias de una guerra en aquellas tierras.

La apabullante victoria sobre los rossoneri ha disuelto a estas alturas de semana el bochornoso espectáculo (uno más) de la prensa del movimiento. Me refiero, claro está, a la portadita de marras. La degradación de un sector muy reconocible y reconocido del ¿periodismo? deportivo no es algo nuevo, al menos, si lo comparamos con las veladas -cada vez menos- campañas contra el Atlético, ya sea por comisión u omisión, en tiempos recientes. Sin embargo, y por lo que he ido leyendo, mucha gente está errando el tiro

Si les soy sincero, el cuerpo hoy me pedía escribir sobre Courtois. Sin embargo, nunca me ha ido lo fácil y previsible. Además, Rubén Uría se me había adelantado con el símil con Tintín que tenía en el disparadero desde hace meses. Un hombre tiene que saber cuando enfundársela. Pergeñando artículos, también.

Después pensé en escribir de cómo odio a esa gente que sale a empatar en la vida. De las diferencias ontológicas entre estos y la figura del loser.

Desde que Alejandro Magno prohibió la barba entre sus soldados por temor a que supusiera una desventaja en el combate cuerpo a cuerpo (los enemigos podían agarrarlas desestabilizando al portador) los barbudos han sufrido todo tipo de calamidades. En la Rusia de Pedro I, por ejemplo, las personas que deseaban seguir luciendo con orgullo su vello facial debían satisfacer un impuesto. Con anterioridad, Enrique VIII ya había instituido un tributo similar. Lucir una barba superlativa nunca ha sido tarea fácil.

Se entiende por laconismo (o al menos lo entiende la Wikipedia, con la que suelo estar de acuerdo) a la forma de expresarse breve y concisamente, con las palabras justas, y a la vez ingeniosamente. Por la definición el lector ya intuye que esto del laconismo es una moda en desuso. El origen del término tiene que ver con la manera que tenían de expresarse los habitantes de Laconia (Lacedomonia), una región helena conocida por albergar a uno de los pueblos guerreros más conocidos de la Historia: el espartano.