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Ya se conocen los números del Atlético de Madrid esta temporada, al menos, los que ha presentado y explicado el Club a través de la empresa Deloitte. Como siempre, mucho oscurantismo, poca exactitud y ninguna aclaración.

Deloitte ha presentado, a petición de la directiva, un informe de apenas 12 paginitas en el que, después de dedicar más de seis folios a justificar dicho informe y sus posibles errores, se afirma lo siguiente:

La Copa de la Liga nació en la temporada 1982/83 y se celebró hasta la temporada 1985/86, es decir, un corto recorrido de apenas cuatro ediciones. La Copa de la Liga solía jugarse después de la Liga y a doble partido, incluso la final. La competición pretendía aumentar los ingresos de los clubes por taquilla y por televisión pero no obtuvo los resultados esperados. La negativa de TVE a permitir que las autonómicas pudieran pujar por retransmitir los partidos y el poco público en los campos convirtieron el trofeo en deficitario para muchos equipos.

Hace unos seis años, más o menos, la “oficina de marketing” del Atlético de Madrid inventó aquel concepto ridículo de la marca Atlético de Madrid. La marca Atlético de Madrid era, según decían, una marca sólida, consolidada y creciente. Yo siempre he tenido claro que eso de las marcas, referidas a entidades sociales, son sólo chuflas, paridas.
La marca Atlético de Madrid se verifica en los éxitos deportivos, como no podía ser de otra manera. Así, ha hecho más el Cholo por esa marca que Gil Marín en todos los años que lleva en el club.

Todo está listo. Todo dispuesto. La orejona dormirá en Lisboa al igual que los jugadores del Atleti y del Madrid. La afición llegará más tarde; hasta ciento veinte mil calculan en Lisboa, la mayoría sin entrada pero con ganas de disfrutar de la fan-zone y de la victoria de los suyos in situ, apenas a unos cientos de metros del estadio.

En Madrid también habrá jaleo. Cuarenta mil en el Calderón y otros tantos en Castellana. Bares, peñas y hogares vivirán con intensidad el partido… ¡qué partido, señores!

Aunque no soy abonado del Atlético de Madrid desde hace años por cuestiones geográficas, siempre que puedo intento ir al Calderón e incluso, en más de una ocasión, he hecho lo posible para conseguir una entrada para alguna final continental o copera. La verdad es que nunca he tenido demasiadas dificultades para asistir a tales eventos. Tengo mis métodos aunque no los explicaré aquí.

Sin embargo, en esta ocasión ya había desestimado ir a Lisboa

La verdad es que no tenía intención de escribir este post pero al leer el artículo de Damián Carbajo de ayer que encontraréis justo debajo de éste en la portada del Forza Atleti me he decidido a hacerlo.
Dejando a un lado la canallada de Cerezo y Gil Marín de duplicar el precio de las entradas en el último partido de Liga en el Calderón, sin duda otra torpe, injustificada y codiciosa acción de los de siempre, mi intención es centrarme en otro aspecto de su artículo en el que me veo reflejado y sobre el que nunca me he atrevido a escribir por no herir susceptibilidades.

Si alguien me hubiera dicho hace unos meses que el Atlético de Madrid sería el líder de la Liga Española en la jornada 31 de la presente temporada no le habría creído. Ni siquiera habría creído que los colchoneros tendríamos contra las cuerdas al todopoderoso Barça en los cuartos de final de la Champions y eso después de humillar al Milan. El Atleti se mueve por senderos desconocidos y eso es emocionante al tiempo que ignoto.