Los psiquiatras dicen que los cambios siempre suponen enfrentarse a los miedos. Los cambios incomodan a las personas porque supone sacarlas de su hábitat natural, de sus casa, de los lugares donde todos se sienten cómodos. Los cambios suponen la amenaza de la incertidumbre.
Pero a lo largo de nuestras vidas estamos obligados, queramos o no, a enfrentarnos a los cambios. La clave está en mentalizarse, entender las razones y ver el cambio como una oportunidad.
Pero ni Rojas Marcos tendría explicación para entender por qué lo que era una opción que debíamos votar se ha convertido en un desahucio. No es fácil explicar que alguien que entra en casa ajena, se queda con ella, la vende y obliga al inquilino a marcharse.
La Psicología explica que los cambios tienen un tiempo de asimilación y una natural resistencia a ellos. Y si no hay resistencia hay que preocuparse, ya que los conflictos que no son tratados conllevan muchos problemas futuros.
Así pues, parece que una parte de la descripción se ha cumplido: la asimilación. Lo que no se ha cumplido es la resistencia natural al cambio, por tanto, parece que los conflictos podrían algún día llegar, y para entonces, tal vez, sea demasiado tarde para darles solución.
Fritz Perls, creador de la Terapia Gestalt, decía que «el ser humano se había tornado fóbico al dolor y el sufrimiento, evitando lo que no es divertido y agradable, escapando de la frustración». Por eso, tal vez, la Señora Rushmore nos ameniza mientras olvidamos que somos víctimas de un desahucio de hipoteca pagada.
El Atleti no morirá con el cambio de estadio, pero sí lo hará el Atleti que habíamos conocido. Es la consecución del plan perfecto para aniquilar por completo los afectos del pasado. Pero no afectos como los de Juan Ramón Lucas con Jesús Gil, sino los de verdad, los que compartíamos con nuestros familiares y amigos en un lugar común auténtico.
Señor Gil, Cerezo y Rushmore, no me busquen un sitio en el mundo porque ya lo tengo. Lo encontré hace muchos años, con los míos, donde tenían sentido las lágrimas sobre el cemento o mi pañuelo se tornaba negro al limpiar mi tiñoso asiento de plástico mientras leía pancartas prohibidas.
Porque no habrá vídeo lacrimógeno, ni propagandas manipuladas de cadenas públicas madrileñas, ni contradictorios artículos de prensa de estadio 3D que puedan hacerme creer que una maqueta es mejor que mi casa.
Y que nadie se olvide, ¿cómo me va a decir cuál es mi lugar en el mundo el que da vueltas por la M30 porque no encuentra el suyo en el Calderón?
De locos…
Tiene toda la razón,aún recuerdo las tardes de fútbol con mi papi en el Calderón,más vale que esta gentuza tenga razón y todo sea perfecto,pero mucho me temo que existe un paralelismo entre estas ratas y las que arruinaron a River…y miren donde está River y sin cambiar de Estadio…
hay que echar a las ratas del palco antes de que se carguen el club para siempre.