Llevo 15 años yendo a ver al Atleti. He cantado el himno miles de veces, cánticos de victoria y de reprobación, he levantado cartulinas, he lanzado al aire papelitos. He vivido momentos inolvidables de rojiblanco pero creo que de los mejores que jamás viví como hincha, en el que más en comunión me sentí con el resto de atléticos ni siquiera ocurrió en un campo, sino en un túnel. En el túnel de la victoria…ese que nos enseñó la luz tras nuestra enésima travesía por el desierto.
Ahora que se para la música, ahora que miramos el calendario como la reina de belleza mira su corona, con un repentino ataque de nostalgia momentos antes de entregársela a su sucesora, en este 12 de mayo de 2011 en que aún resuenan en nuestras cabezas ese mantra que cantamos durante todo el año pasado y que nos encargamos de caducar «Volveremos, volveremos, volveremos otra vez, volveremos a ser campeones como en el 96…» Ahora mismo es cuando más crudo se nos hace retornar al presente, falto de esperanza y de metas inmediatas y llena de incertidumbre, ocasiones perdidas, rencores, rencillas y objetivos aún pendientes. Eso es lo que cambia la vida en un año en el Atlético de Madrid. Esta montaña rusa de emociones.
Pero quedémonos en ese engañoso pasado tan cercano, en esa noche de Hamburgo, ese minuto 115, esa jugada del Kun, donde nadie creía que llegaría, que la controlaría, que se zafaría, que miraría, que le indicaría donde ponerse al charrúa y ¡pum! empújala tú. Kun es tan historia nuestra desde ese instante como ese primer gol de Torres en Albacete, el regate de Caminero a Nadal en el Camp Nou, el arquero de Kiko, el cabezazo de Pantic en la final de la Romareda. Historia del Atleti. Tan lejano parece como todos esos recuerdos épicos, aunque sólo hace un año.
Y pitó el árbitro y entre lágrimas nos abrazamos, lágrimas que no habían vuelto desde el Carlos Tartiere pero por motivos muy diferentes y ese gozo de ver a los jugadores subir escalinatas y abrazarse al Príncipe. Tan acostumbrado estamos a verlo por televisión cada año a jugadores con otros colores de camiseta que casi no nos creíamos que éramos nosotros los que subíamos las escaleras, los de rojiblanco. Y eran los del Fulham los que enjugaban lágrimas y miraban al suelo o al infinito mientras esperaban esa maldita medalla de consolación. Y la copa al aire y esa explosión de papelitos rojos y blancos al aire mezclándose con nuestros gritos, con nuestra afonía…y esa sensación de cenicienta no queriendo abandonar el estadio no fuera a ser que la copa se convirtiera en calabaza y nosotros de nuevo en ratones…
Y el túnel…ese túnel…mítico inacabable tunel de Hamburgo…eterno en nuestra memoria. Para los que no pudieron ir a la final, el Hamburg Arena está separado del resto de la ciudad por un largo, larguísimo camino serpeante que termina en un largo túnel sobre el cual circulan carreteras y vías ferreas. En ese tunel cuando volvíamos con la euforia aún en el cuerpo con el ánimo de sentirnos el mejor equipo del momento hubo minutos, muchos minutos en que ese túnel era intransitable y no quedaba más remedio que procesionar avanzando apenas, poco a poco hasta la salida y cantar, cantar desde el alma «el equipo campeón, los mejores porque sí» y todo el repertorio que hace el Vicente Calderón un espacio único cuando todos cantamos al unísono. Esa noche y aunque nadie lo supiera se gestaba la conciencia colectiva que luego despertó en Barcelona al terminar la otra final que distaba aún una semana. Esa noche volvimos a recordar que cuando queremos, el Atlético de Madrid es único. En la derrota muchas veces, pero en la victoria aún más.
Enhorabuena por el artículo, Ricardo. La verdad es que me has hecho revivir, otra vez, la noche de Hamburgo y sentir como si hubiera estado allí, el camino a través del túnel hasta el Hamburg Arena.
Gran artículo Ricardo. Viendo lo que tenemos, me quedo con tu frase: «quedémonos en ese engañoso pasado tan cercano»
La piel de gallina! Cómo me emocioné ayer recordando todo lo que algunos afortunados como nosotros pudimos vivr en Hamburgo y en ese mágico túnel. Inolvidable! Gran post!
Sin palabras, me has llorar. Mehan venido a la mente miles de imágenes anudadas cada una a un momento de nuestra historia. Esto es más que un sentimiento.