Aunque no soy abonado del Atlético de Madrid desde hace años por cuestiones geográficas, siempre que puedo intento ir al Calderón e incluso, en más de una ocasión, he hecho lo posible para conseguir una entrada para alguna final continental o copera. La verdad es que nunca he tenido demasiadas dificultades para asistir a tales eventos. Tengo mis métodos aunque no los explicaré aquí.
Sin embargo, en esta ocasión ya había desestimado ir a Lisboa porque conseguir una entrada significa hacer muchas llamadas, hablar con mucha gente, volver a pedir favores, buscar alojamiento, transporte y, si es posible, algún compañero de viaje.
Con una hipoteca, letras del coche, incerteza laboral, un confuso panorama económico y una situación familiar complicada, por otra parte, cualquiera se embarca ahora en una aventura de tres días y más de quinientos euros. Ésas eran mis cuentas.
Además estaba convencido de que al precio que estaban las localidades no habría tenido muchos problemas para conseguir una si, llegado el momento, me daba un venazo. Es evidente que estaba equivocado.
Desde la distancia, considero que todo el proceso de venta de entradas de la final de la Champions ha sido un espectáculo bochornoso y lamentable. Los primeros culpables han sido los burócratas de la UEFA. Sinceramente, no es concebible que de las 65.000 localidades disponibles por aforo, los dos finalistas no lleguen a disponer, al menos, de unas 22 o 23 mil, es decir, las dos terceras partes. Tampoco es de recibo que en un contexto de crisis como el que vivimos, y más en España y Portugal, las entradas oscilen entre los 70 y los 340 euros. Y más, si cabe, cuando la UEFA goza de una economía sólida gracias a sus patrocinadores y sus fuertes ingresos audiovisuales. A mi pagar 200 o 300 euros por una entrada me escandaliza, me parece una frivolidad. No obstante, la Champions se ha empeñado en llenar de glamour la máxima final continental a costa del sufrido aficionado.
El Club Atlético de Madrid que acertó (bajo mi punto de vista) en su política de premiar a los socios más fieles y veteranos, se ha equivocado escandalosa y cruelmente obligando a pasar a sus aficionados por taquilla previo espera de 10, 11 o 12 horas. ¡Qué barbaridad! En el siglo XXI hay otras maneras de hacer las cosas. Pero es que, además, el sufrido aficionado ha tenido que tragar y soportar empujones, gente que se cuela, gente paga a gente para que haga la cola…
Lo último es el tema de la reventa. La reventa existe por dos motivos: primero, la gente compra y, segundo, la gente vende. Es decir, hay rojiblancos que prefieren hacer el agosto o patrocinarse el viaje y la entrada con la reventa de otra entrada que ya sabían que no necesitaban. ¿Triste? Sí ¿Real? También. Hay rojiblancos que se aprovechan del privilegio que les ha otorgado el Club (al tener un carné muy antiguo) para ningunear a sus compañeros de grada y robarles una entrada para conseguir una pasta por ella.
Y a todo esto, desde la UEFA callan y desde los clubes amenazan pero con la boca pequeña. El cuento de la entrada personalizada no parece ninguna solución a la reventa que, desde internet, anuncia entradas para todos los puntos del estadio lisboeta a precios, eso sí, prohibitivos. Desde los 1.000 a los 4.000 euros. ¡Una auténtica vergüenza!
Mientras, los parias ponen sus anuncios en las páginas de compra-venta online ofreciendo cualquier servicio o trueque por una entrada. Desde una hora de sexo, pasando por alojamiento gratuito en Lisboa y, según parece, hasta un BMW.
Señores, por si no se habían dado cuenta, les aviso: para ir a ver la final de la Champions de tu equipo no hace falta tener un carné de socio con una antigüedad de más de quince años ni hacer doce horas de cola ni tan siquiera tener un enchufe en el Club. No. Lo único que hace falta es ser rico o un inconsciente dispuesto a arruinarse.
Los que vivimos el fútbol con pasión podemos llegar a entenderlo pero, sinceramente, ¿no es una barbaridad?
Foto: lainformacion.com
Completamente de acuerdo.
Personalmente voy a ir a Lisboa. Hice cola el martes durante más de 8 horas. Me senti y me siento bastante decepcionado por los gestores del Club. Lamentable organización y lo podían haberlo arreglado pidiendo disculpas que no han realizado.
No entra en mi cabeza lucrarme con entradas de una final de mi equipo. He dejado abonos a gente del atlético que posteriormente han comprado entradas. Pero no me ofendo. Vivimos en una sociedad capitalista y esto en otros clubes (como el oponente de la final) es algo muy normal vender los abonos no solo para finales, sino para partidos.
Les reiteró lo que sí que me ofende es la lamentable organización de las venta de entradas. Hay cientos de formas de gestionar la venta de mejor forma.
Saludos.
Como siempre los indirigentes a lo suyo y la prensa afin lo mismo, nada que nos sorprenda pero que nos sigue indignando, no cambiaran, son los amos y señores del cortijo y asi actuan.
Es un club antiguo en muchos aspectos y en el organizativo tambien, ya que no interesa renovarlo, un club anticuado y corrupto.