Aquí me pongo a contar ahora que hemos perdido todos un punto de seguridad que flaquea la fe… que no hemos más que añadido a esta aventura una pátina de épica. Llegamos a otro derbi con olor a los de antes. Queda poco. 13 semanas (fechas como las llama Simeone) y tenemos butacas en primera fila para pelear por los mejores títulos imaginables por primera vez en décadas.
Cada victoria vale oro pero una sola derrota te puede dejar fuera. Todo a una carta; tocar el cielo o quedarse rumiando ese ‘pudo haber sido’. No sé señores, llámenme loco, pero yo en esta ruleta rusa del todo o nada me siento a gusto. Yo me siento más atlético. De los de antes. De los que ganaban ligas por diferencia de goles pegados a un transistor. Me encanta haber recuperado ese pinchazo en el corazón viendo al Atleti sin estar ya tan seguro que todo saldrá bien pero sabiendo que nos capitanea el mejor. Esos constantes finales felices que parecíamos vivir no eran para mí. Llámenme loco pero si al orgullo de ver la intensidad y empuje de esta banda de ‘cholitos’ le añades este plus de adrenalina e incertidumbre a mi me huele al fútbol de antaño, a ir de tapado, pero saber que tú eres del Atleti y que cuando menos se lo esperen lanzarás un contragolpe y reinarás de nuevo el mundo … al menos hasta que suba la marea de nuevo y volvamos todos de nuevo a empezar desde cero.
Los atléticos capitalinos vivimos rodeados de perplejidad. De madridistas de victorias miopes y miradas altivas que no entienden esta pasión desbocada. Parecen desconocer la felicidad verdadera en este deporte en el que viven rearbitrando al contrario, encajando justicia a su medida y pensando antes en que no gane el de enfrente más que en ganar ellos mismos. No les expliques nada cuando te vean por la calle con una bufanda rojiblanca anudada al cuello. Es imposible. No intentes que lo entiendan. Este equipo, este escudo, esta camiseta, lo que hemos vivido juntos en los bueno y sobre todo en lo malo son los motivos de un sentimiento que no se puede explicar.
Hoy de nuevo peregrinaremos a nuestra casa al que lleva siendo el hogar de todos más de 40 años y no deja de doler pensar que pronto no jugaremos derbis aquí. ¡Ójala pudieramos quedarnos en esta ribera otros 40 años sin tener que movernos a lugares desconocidos y que nunca serán mejores que el Vicente Calderón! No quiero que me muevan nunca. No quiero irme de aquí y me niego a pensar que sea inevitable. Quiero seguir bajando por Antonio Leyva y ver la marea rojiblanca desembocar en Marqués de Vadillo. O ver la Puerta de Toledo lucir igual de majestuosa que mi estadio cuando bajo desde Embajadores. Cruzando Virgen del Puerto, bajando Pontones, desde Legazpi, en autobús, en coche o andando. Todos los que nos congregamos ahí queremos mantener esa feliz monotonía de sabernos todos los pasos hasta llegar a nuestro hogar. Quiero sentir la gente que entra y sale de cada pequeña tasca de alrededor hablando del Atleti y planificando su victoria de esa tarde con la familiaridad que da hacerlo en tu casa.
Podía haberles hablado de derbi, de lo mucho que lo queremos ganar con sesudos datos y con un análisis riguroso de cómo seguiremos la senda de la Liga y final de Copa y nos olvidaremos de estos partidos de Copa recientes tan infames. Podía haberles hablado de esquemas, estadísticas y jugadores. Podría haberlo hecho, pero lo que quiero es que cuándo lleguen al Calderón y se sienten en su asiento cierren un momento los ojos y se sientan como yo reyes del mundo y capaces de todo. Porque para entender lo que pasa, hay que haber llorado dentro del Calderón que es mi casa. Este Atleti cholista tiene ese sello de las rayas rojas y blancas que todos hemos aprendido a amar. En fechas recientes parece menos formidable, menos invencible. Yo digo que sobre todo es más humano, es más Atleti que nunca. A mí me sabe a Kiko, a Juninho, a Ratón Ayala. Me suena a Toni, a Simeone, a Pereira, a un tal Zapatones de Hortaleza. Me recuerda un quiebro de Caminero, una carrera de Torres y un cabezazo de Arteche. Me lleva de la avenida de la alegría al Paseo de los Melancólicos…Manzanares ¡cuánto te quiero! Este es mi Atleti de siempre y el tuyo también, el que me sube y baja de las nubes, ¡qué viva mi Atleti de Madrid!