Coged las rosas mientras podáis, les decía a los jóvenes y, sin embargo apuestos, estudiantes de la Welton Academy el profesor John Keating mientras les mostraba las fotografías de antiguos alumnos en el vestíbulo del colegio. Hombres que un día fueron adolescentes y que pasado el tiempo, desde el más allá, les exhortaban a vivir con intensidad esa época irrepetible de la vida: la juventud.
El Club de los Poetas Muertos no contará con el favor de los cinéfilos, sin embargo, a mí me resultó tremendamente llamativa cuando la vi por primera vez. En ocasiones me pregunto si realmente estoy cogiendo las rosas mientras puedo, porque aunque la juventud ya pasó para mí, creo que hay que seguir viviendo como si siempre se fuera joven. Nunca hay que perder la ilusión por vivir, por afrontar y superar nuevos retos, en definitiva, vivir apasionadamente en todos los órdenes de la vida.
Añorar el pasado o recrearse en él, que es una forma de echarlo de menos, o preocuparse por el futuro son maneras fantásticas de perder el tiempo, precisamente la antítesis de lo que estamos hablando.
Vivir el momento presente porque es lo único que tenemos los seres humanos, es la variante ignaciana del poema de Robert Herrick: A las vírgenes, para que aprovechen el tiempo, cuyos dos primeros versos, son: «Coged las rosas mientras podáis, el tiempo veloz vuela». En la versión clásica hemos de remitirnos a una oda de Horacio: “Carpe diem, quam minimum credula postero”.
Desconozco si Simeone conoce las enseñanzas de san Ignacio de Loyola, ha visto la película, o leyó a Horacio. Sea como fuere, el primer y único mandamiento del cholismo: Creerás con todas tus fuerzas, con todo tu ser y con toda tu alma en el «partido a partido”; proviene, ciertamente, de una mezcla de todas ellas. Concluiríamos, por tanto, que la filosofía cholista aplica con suma eficacia todas las enseñanzas clásicas, cristianas y paganas sintetizándolas en pro de conseguir que un grupo de futbolistas alcance unos objetivos deportivos, que de otro modo, serían inaccesibles.
La prueba empírica para saber si el cholismo se está viviendo en toda su extensión es la alegría. Una persona triste, preocupada por el pasado o inquieta por el futuro estará muy alejada, ya no solo de ser feliz, lógicamente, sino que también lo estará de superar los desafíos que se le presenten.
La alegría no depende de los resultados que se obtengan. Si así fuera, se estaría a merced de las circunstancias, en algunos casos incontrolables, y se habría sucumbido a la tentación de otros placeres, que si bien otorgan satisfacción, ésta no es sino pasajera.
Se es feliz por estar convencido de que la idea cholista, singular y verdadera, otorga gozo pleno y duradero. Únicamente retornando a la alegría, viviendo el momento presente con pasión se volverá al corazón de la filosofía que nos ha dado tanta felicidad. No es, en consecuencia de esta última premisa, la obtención de los objetivos lo que proporcionan alegría, sino al contrario, es la alegría la que suministra la fuerza y la fe necesarias para alcanzarlos.
«Fui a los bosques porque quería vivir a conciencia
quería vivir a fondo y extraer todo el meollo a la vida
y dejar a un lado todo lo que no fuese vida
para no descubrir en el momento de mi muerte
que no había vivido.”
El Club de los Poetas Muertos