Si les soy sincero, el cuerpo hoy me pedía escribir sobre Courtois. Sin embargo, nunca me ha ido lo fácil y previsible. Además, Rubén Uría se me había adelantado con el símil con Tintín que tenía en el disparadero desde hace meses. Un hombre tiene que saber cuando enfundársela. Pergeñando artículos, también.
Después pensé en escribir de cómo odio a esa gente que sale a empatar en la vida. De las diferencias ontológicas entre estos y la figura del loser. Sorprendentemente, Adrián vino a mi cabeza. A Adrián, cuando quería ser futbolista, sólo me faltó dedicarle un Cantar de Gestas. Hay pruebas en esta misma página. Sin embargo, desde que decidió dimitir de esto del fútbol, como sus hombros, me he vuelto un hater inmisericorde con la esperanza secreta de que el día menos pensado me tenga que grapar la boca e irme de Twitter. Creo que, como poco, me queda hasta verano.
Siguiendo con el sugerente tema del odio, en Estados Unidos se viene dando un fenómeno en alza conocido como «hate watching». Esto es, sentarte a ver un programa o serie que odias con todas tus fuerzas con el ánimo de pasártelo bien odiando. Una cosa sana. En compañía, mejor claro. Nada une más que odiar juntos. Twitter ha sido el catalizador perfecto para esta experiencia. En España, esto del hate watching lo llevamos practicando con disciplina y espíritu olímpico probablemente desde los Godos.
Los caminos del odio son inescrutables. Por ejemplo, hay un fenómeno que llevaba observando desde hacía un tiempo, en silencio. Como un alemán preparándose la cena en Stalingrado. Una nueva oleada hateadora parece haber llegado para quedarse. Para quedarse con Mario Suárez. Mario, para mí, es como aquel amigo que tenías en la pandilla que hablaba poco, daba la razón a todos y no aportaba mucho, pero tampoco restaba, por lo que nadie le echaba. Un tipo neutro. Pues parece que no. Cada vez entiendo menos de fútbol e intento hablar lo menos posible de ello, pero reconozco que este un fenómeno que me sorprende. Me han llegado a decir que la oleada de este odio africano ha llegado porque Mario lleva en las espinilleras estampitas de Escrivá de Balaguer -más cholista veo a San Ignacio de Loyola, las cosas, como son- , tiene una novia cañón, y sale en revistas de hombres que se afeitan. Estaba claro que el hueco dejado por Raúl García tenía que ser rellenado. Odio luego existo, ya saben. Como esos que, ganando en San Siro, cantan contra el Real Madrid. Nos ocuparemos otro día de ellos.
Ya termino. Al igual que hay odiadores, también hay amadores. Ayer un tuitero, sin ir más lejos, me recriminó que prefiriera que Adrián saliera en la segunda parte con la camiseta del Milán. Al finalizar el partido, me recordó que Adrián, junto con Tintín y La Bestia, había sido determinante en la victoria porque había forzado el córner del gol. A mí esto, sinceramente, me pareció llevar la Teoría de la Causación aristotélica un poco al extremo, pero oigan. Los caminos de los amadores también son inescrutables.
Fútbol, en definitiva.
Foto de Malena Costa y Mario Suárez: Vogue.
Yo no sé si incluirme entre el colectivo de «odiadores» hacia Adrián, pero desde luego es alarmante su estado de forma desde que volvió de los JJ.OO. de Londres. Si no recuerdo mal en la temporada pasada marcó solo 4 goles y en la actual lleva 2, hasta Godín ha marcado más en la actual.
Por el puesto que ocupa y la calidad que se le supone debería haber rendido más, y desde luego no será por falta de oportunidades pues el Cholo casi siempre ha contado con él. He visto pasar jugadores por el Atleti con buena calidad a los que se les daba menos oportunidades que al asturaino habiendo cumplido mucho más (recuerdo el caso de Fortune por ejemplo), incluso a Diego Costa en su primer año.
Yo sigo confiando en su recuperación por la cuenta que nos trae, y desde luego sigo fiel a mi costumbre de no abroncar a un jugador atlético en el Calderón, algo que no suelo comprender en el 98% de los casos en que otros lo hacen mientras juegan
A mi el Adrián de Milan me pareció un tio recuperable. Por primera vez en mucho tiempo vi a un ser de sangre caliente y con la intención de hacer alguna cosa y no pasar desapercibido. ¡Hasta metió la pierna y le sacaron tarjeta! Quizá sea un espejismo o el último estertor… ¿quién sabe?
P.D.: Suerte que no habló Vd ayer de Courtois porque me habría pisado el post. Un abrazo.