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Pasan los días y las semanas y la actividad sigue siendo mínima a orillas del Manzanares. El Atlético de Madrid no ha movido ficha salvo el sacrificio de la dama, en término ajedecístico, que supuso la salida de Radamel Falcao y la adquisición de un peón con vocación de alfil que es Leo Baptistao. El aficionado atlético, alcanzado casi el mes de julio, sigue sin contar con un ápice de ilusión para afrontar la que se presenta como una de las temporadas más ilusionantes de la historia reciente del club.

Mientras pasa el tiempo del ‘Rumore, rumore’, las páginas del Atlético se llenan con poco más que el nombre de Álvaro Negredo. El delantero sevillista parece elegido por unanimidad como el sustituto de Falcao aunque a más de un colchonero la operación no le haga ni pizca de gracia. Tiene gol, es español, vendría por la mitad de lo que presuntamente se embolsó por el colombiano…  pero chirrían los datos sobre su entorno. El hecho de pertenecer al archiconocido fondo Doyen Group y que su agencia de representación tenga como hombre fuerte en la sombra a Juanma López –embajador de Doyen en España– dan que pensar justo ahora que nadie sabe lo que se ingresó por Falcao y que el futuro de Óliver parece hipotecado parcialmente.

Pero el recambio del ‘9’ no debería ser la única misión de la dirección deportiva. Con la plantilla actual se ha alcanzado la tercera plaza con holgura y se ha ganado la Copa del Rey pero a costa de tirar sin vergüenza alguna la Europa League. En esta ocasión no se podrá hacer la vista gorda ante la competición continental, ya que será la principal fuente de ingresos. Y ahí, el acierto a la hora de conformar la plantilla se antoja fundamental.

Que no vendan la idea de que la crisis tiene las arcas con telarañas. Por mucha Hacienda que haya de por medio, el mercado ofrece gangas. En los últimos días dos cerebros españoles como Verdú y Beñat y un cazagoles con hambre de Primera como Charles han cambiado de equipo por un total de NUEVE millones de euros. O lo que es lo mismo, dos terceras partes de lo que costó Pizzi. O casi lo mismo que Silvio. O por un pelín más que lo que presuntamente se ingresará por la parte de propiedad que el Atlético tiene –y muchos ni sabíamos- por el brasileño Wellington y esos cinco millones que se han recibido por la cuarta parte del futuro de Óliver. Todo chanchullos.

No pido portadas diarias con estrellas de renombre como futuribles rojiblancos. El aficionado atlético no es tonto. Simplemente una señal de que se está trabajando, de que habrá plantilla para pasearse con garantías ante las chicas guapas de Europa y, ¡qué demonios! un caprichito en forma de elegante mediapunta brasileño para el Cholo, que el hombre se lo ha ganado con creces.