Después de los lamentables acontecimientos que ocurrieron el pasado domingo en los jardines próximos al estadio Vicente Calderón se ha abierto en la sociedad española un gran debate en torno a la violencia que puede llegar a producirse protagonizada por integrantes de grupos radicales organizados en torno al fútbol. Se quiere pasar de una situación de permisividad con todo lo que ocurría en las gradas de los campos de fútbol a considerar a todos los aficionados que acuden a ver a su equipo como sospechosos habituales.
¿Tiene derecho un aficionado a decir lo que le dé la gana contra un profesional del fútbol, sea éste árbitro, futbolista o entrenador? Rotundamente, no. ¿Pueden las autoridades deportivas utilizar una pelea organizada por y entre grupos de radicales para legislar lo primero que se les pase por la cabeza? Pues, tampoco. ¿Dónde empieza el derecho de los unos a ser respetados y comienza la libertad de expresión de los otros? No tengo muy claro donde se encuentra el punto de equilibrio, lo que sí me da la sensación es que este asunto se está llevando con demasiada celeridad, como si a Miguel Cardenal y a Javier Tebas les corriera prisa pasar a la historia como los más enfervorecidos defensores de la pureza del fútbol.
Ayer, el Real Madrid expulsó a 17 personas por cantar contra Messi, el FC Barcelona y Cataluña. ¿Tiene el club blanco suficientes pruebas contra ellos? ¿Cómo se puede determinar con total seguridad quiénes han cantado: Messi, subnormal y puta Cataluña? Me cuesta creer que en una grada donde se encontraban cientos de personas sólo 17 hayan proferido estos cánticos. Téngase en cuenta, además, que el Madrid expulsa a estos individuos y al mismo tiempo se queja de que no tenía instrucciones claras de la LFP, según esta noticia de As. Una contradicción en toda regla.
Surgen más dudas. Cantar: ¡Míchel, Míchel, Míchel maricón, maricón, maricóoooón! o ¡Luis Enrique, tu padre es Amunike! ¿son insultos? Desde luego que no son expresiones respetuosas, pero espero no tener que llegar a gritar ¡Míchel, Míchel tiarrón, tiarrón, tiarróoooón! o ¡Luis Enrique, tu hijo es Amunike! para que nos pongan como ejemplo de una afición ejemplar. Y si no le cantamos a Cristiano en el Calderón: ¡Ese portugués, que bueno es! ¿Se sentirá ofendido? ¿Podrá reclamar a las autoridades que se cierre el Manzanares? ¿Habrá que cambiar, porque puede ser incitación a la violencia, la frase del himno del Atleti: porque luchan como hermanos? Todas estas cuestiones pueden ser tomadas, en principio, como absurdas, pero, démosles tiempo a Cardenal y a Tebas y veremos dónde son capaces de llegar.
Aún hay más: ¿quién es el encargado de establecer lo que es o no es un insulto? ¿cómo se podrá averiguar con total exactitud quién insulta y quién no en unas gradas donde hay miles de personas?
Por último, dejo otro aspecto para la reflexión y el debate. La prensa se rasga ahora las vestiduras, pero todos hemos visto estos días la fotografía de un reconocido periodista madridista con una bandera ultra. Todos hemos visto o escuchado debates encendidos entre periodistas blancos y azulgranas, debates que se crean artificialmente para atraer audiencia, posicionándose cada uno de ellos en dos bandos claramente enfrentados. Nunca antes, hubo unas posiciones tan radicales entre el periodismo de Madrid y el de Barcelona, así que ahora no vengan con un cuento distinto.
No apruebo los insultos ni en el fútbol ni en ningún otro sitio, ahora bien, creo que un celo excesivo puede llevar a situaciones absurdas y contrarias a derecho en las que pueden verse envueltos aficionados inocentes. Legíslese, pero hágase ateniéndose a derecho y con sentido común. De lo contrario se estará en disposición de hacer un ridículo espantoso.
🙂
Y de la violencia en el Calderón, nada, sino a fijarse en los demás. Gran afición ultra la del pateti.