Los atléticos nos hemos refugiado en El Álamo. Nos hemos vuelto a quedar solos. El general Santa Ana ha regresado para aniquilarnos y borrarnos de la faz de la tierra.
Un general que ha reclutado tropas de dudas, de malos árbitros, de periodistas que odian su profesión, de entrenadores que se atrincheran, de jugadores que se pierden el respeto a si mismos y a su afición, de despistes, de excusas, de angustioso cansancio, de nauseabunda representación institucional…
No son tres derrotas. Son muchas cosas más. Son una prueba más de que cuando viene malas y la prensa panmadridista vuelve a tratarnos como auténticos peleles, nuestras voces oficiales vuelven a no representarnos. Salen de sus cloacas para no defendernos, para no dignificar el club de un trato repugnante que viene del exterior, porque del interior ya se encargan ellos. Y ahí si que salen a defenderse, como gatos panza arriba, y mentir sobre una sentencia que por mucho que silencien será su sentencia de muerte.
Creen que han ganado. Pero si algo saborea un atlético es la amargura de la épica. Las lágrimas de orgullo que siempre vencen a la resignación y a cualquier ejército por numeroso que sea.
Al grito de «recuerda El Álamo» contemplarás la grada buscando el tercer anfiteatro. Allí están los que tú ya sabes, recodándote que para ganar, ganar y ganar hay que volver al camino del que quieren que nos desviemos.
De ti depende. O recuperas la independencia o combates contra la nada. Tú decides, y si quieres luchar, cuando vuelvas al Calderón, «recuerda El Álamo».