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A principios de esta semana postvacacional de reencuentros más o menos trágicos y vuelta a la conocida rutina, se nos fue un aparente desconocido: Isidro Sánchez García – Figueras. No es fácil que al atlético medio ese nombre le resulte familiar. Incluso a un jerezano. Porque sí, Isidro Sánchez, padre de Quique, era de Jerez de la Frontera.

Es extraño, pensarán algunos, – sospechoso acusarán otros- que en un blog colchonero se derramen líneas ante un exjugador  madridista. Otros lo verán normal, dadas las circunstancias. Yo lo veo obligatorio. Me puede el «quiquismo» y un sentido de la lealtad más allá de odios de trinchera. Cuando alguien da, otro se endeuda. Desde aquella noche en Hamburgo de cenizas volcánicas a modo de confeti, una deuda, ya sea grande o pequeña, quedó sellada. Que cada uno decida saldarla como quiera. En mi caso, creo que no hay nada más justo que abrazar al que nos hizo ganar cuando es él el que pierde.

Isidro se casó con la hermana de Lola, Carmen Flores, y en 1961 piensa que el fútbol ha estado muy bien pero que ser manager de su cuñadísima, pinta mejor. Y a eso se pone. El Real Betis, donde militaba por aquel entonces, le puso en rebeldía ante tan folclórico plantón. Al tiempo, Isidro volvió como hijo pródigo y el Betis le perdonó. Eran otros tiempos. En Sevilla no volverá a jugar  porque Luis del Sol, jugador blanco, recomienda a Santiago Bernabéu que fichen al jerezano. El jugador es traspasado por un buen dinero y la cesión, entre otros, de un tal Luis Aragonés que andaba cedido en el Oviedo. Lo que es el destino. En el Real Madrid en cuatro años gana 4 Ligas y una Copa. Con los deberes cumplidos, finaliza su carrera en el C.E Sabadell. Siempre en primera.

El que escribe es jerezano. Como Quique, si le sacaran sangre. Como Isidro. Así que  acuso más el golpe. Supongo que la fuerza gravitatoria de San Miguel, su calle del Sol y su plazuela arrastran mucho estas líneas. Es una bonita estampa para encuadrar mi quiquismo crepuscular. Cualquiera que haya estado por allí lo sabe.

Mucho ánimo, Faraón.