No soy capaz de recordar contra quien jugábamos. No recuerdo la alineación, ni el resultado, ni la publicidad que llevaba nuestra camiseta. El paso del tiempo te hace olvidar muchas cosas. Pero no todas. Porque aquel día ocurrió algo que me puso el nudo en la garganta y los sentimientos a flor de piel. Algo que Cerezo me ha hecho recordar esta semana cuando dijo que todos los atléticos apoyábamos el traslado a La Peineta.
Domingo, 30 de enero de 2005
Un momento. Una catarsis. Una explosión de orgullo y sentimiento atlético. Una revolución de ira contenida y hermandad. Aquel domingo de enero hubiese seguido al mismísimo Camille Desmoulins y Robespierre a tomar la Bastilla, a defender la causa más justa, lo que es nuestro y lo que nos robaron.
La enésima mentira de los regentes, aquella que proponía la consulta popular de la venta del Calderón cuando ya había sido comprometida su venta, confirmó el sentimiento revolucionario de los que rigen su vida por las señales de humo.
Esos pequeños revolucionaros quisieron despertar a una afición con una pancarta. Un trozo de tela que reivindicaba la justicia y la decencia tintada con los colores que habitan en nuestro corazón.
Una pancarta que llamaba a la revolución de un populacho que solo se levantará en armas cuando ya no tengan nada que perder, cuando el último bastión del patrimonio sea vendido.
Los COS, como los batallones de suizos y alemanes del Rey, desenfundaron sus armas contra los revolucionarios. Y entonces ocurrió…
Se rompió el silencio y se masacró el hastío. Cientos de voces individuales se fueron trasformando en gritos de ira y rabia. El pueblo se había levantado y dictó sentencia: «No se vende», gritaban.
Estudiantes, burgueses y los de los bajos fondos del sur lanzaron sus proclamas y reivindicaciones hasta que finalizó el encuentro. Y fue una revolución de verdad, porque la prensa, siempre de la mano del régimen no tuvo más remedio que contar los hechos tal y como sucedieron.
En la Noche de San Bartolomé, el dueño de la mentira lo contempló desde el palco, mientras su rey huía como una rata hasta su Versalles a través de la M30.
Y llegó el fin. Y la revolución tal y como comenzó, terminó. Esta vez ganaron ellos. Y el pueblo volvió a callar.
Pero mientras haya héroes y un pueblo que pierda el miedo de perderlo todo, habrá una revolución. Y los absolutistas verán sus cabezas rodar. Y entonces, ya no podrán mentir más.
Gracias por desempolvar este vídeo. Entre las pipas también hay grandes recuerdos de orgullo.
Es que el valor de aquel día fue que los gritos salieron del fondo norte. Desde la pancarta se irradió hacia afuera las protestas y los gritos. De las pocas veces que he sentido que esa era mi afición y teníamos al mismo enemigo.
Fue muy emocionante.
Este espiritu tiene que seguir,protestar,recoger firmas otra vez.Por la situacion economica de ayuntamiento y constructoras,ahora nos haran mas caso.Aupa atleti.
Tienes mucha razón Luis
Un saludo