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El Atleti fue el Atleti.

Fin de la crónica.

No hace falta decir nada más para explicar por qué el Atlético de Madrid venció anoche en el Bernabéu. Los atléticos de tradición me entenderán perfectamente.

El Atlético de Madrid ganó la Copa del Rey porque tuvo fe en una idea. La única que le podía dar el triunfo ante un equipo conformado a base de fichajes millonarios. La ejecutó hasta el final. Simeone sabía qué tenían que hacer sus jugadores y supo transmitírselo a la perfección. El Cholo, con dos títulos como jugador y tres como entrenador ya es una leyenda del Atleti.

Para que la victoria fuera más épica hubo de remontar un tempranero gol en contra conseguido por Cristiano de cabeza, previo empujón incluído, a Godín.

Quién más, quién menos empezó a calcular el número de goles que les caerían a los discípulos de Simeone. Pero los futbolistas estaban dispuestos a hacer historia, a no dejar pasar una oportunidad que se presenta tan de tarde en tarde, a conseguir el tercer título de una plantilla a la que le falta calidad en algunos de sus puestos, pero a la que le sobra coraje y corazón cuando se pone a ello.

Falcao se encargó de equilibrar la contienda con una jugada antológica que quedará, para siempre, en los anales de la historia rojiblanca. Recuperó el balón en el centro del campo, se deshizo con una exquisita maniobra de Albiol y tras avanzar unos metros deslizó un pase milimetrado a Diego Costa. Éste, con un sutil toque, consiguió ventaja para quedarse delante de Diego López para después, batirlo con un tiro raso, cruzado y ajustado al poste.

El Atlético jugó con más personalidad después del gol. Koke y Turan conducían al Atlético. Faltaba crear ocasiones claras, pero el partido estaba más que controlado. El Madrid inquietaba con Cristiano y Özil, principalmente, pero la defensa contuvo con firmeza todos los ataques madridistas.

La segunda parte fue muy movida, con poco fútbol. Los nervios por saber que el primer equipo que consiguiera el gol ganaba el título atenazaron a los jugadores de ambos bandos. La ocasión más clara la tuvo el Madrid. Fue una ocasión múltiple, con postes y un gol salvado por la rodilla de Juanfran en la raya de gol. El Atleti seguía teniendo fe y, a partir de ahí, la suerte se puso de su lado.

Aún faltaba por aparecer Courtois, uno de los héroes de anoche, para salvar el segundo gol madridista en una parada plena de velocidad, reflejos y valentía.

El gol tenía que llegar para el Atleti, porque creía más que el Madrid. Poco a poco los blancos iban desquiciándose. La impotencia se apoderaba de ellos. Fue una dura batalla psicológica que pesó mucho más que la futbolística en los minutos finales de la segunda parte y de la prórroga.

Fue un un remate de cabeza, digo del alma de Miranda. Un desconocido cuando llegó y que a partir de anoche todos los aficionados lo recordaremos por siempre. El defensa se adelantó a todos en el primer poste  y puso el balón en la red madridista. Un testarazo enérgico que hizo estallar de júbilo a la mitad del Bernabéu.

La Copa viajaba por La Castellana hacia el Manzanares, pero faltaba la guinda del partido protagonizada por Cristiano y Mourinho. Jugador y entrenador, un matrimonio en vías de divorcio, volvió a unirse para mostrar la cara más desagradable del mourinhismo, de la cual, estoy seguro, muchos madridistas reniegan. Primero, la expulsión del entrenador y, después, la expulsión de Cristiano por una patada en la cabeza a nuestro capitán. Fue el epílogo de Mourinho en el Madrid. No esperábamos menos.

Como contrapeso a estas detestables actuaciones de la estrella y del técnico de Madrid apareció Sergio Ramos a dar una lección de deportividad al reconocer al Atlético como justo campeón. Es de justicia decirlo.

El Atleti recuperó su esencia en el momento más oportuno de estos 14 años. Lo hizo para ganarle un título al Real Madrid en su casa. El Bernabéu fue rojiblanco durante unas horas por cuarta vez en la historia ante el eterno rival. No hay nada más grande para un atlético que ganarle un título al Madrid en su estadio.

Los aficionados atléticos disfrutamos, como sólo nosotros sabemos hacerlo, después de tanto tiempo de aguantar chanzas, desprecios y faltas de respeto por parte de aficionados rivales y el periodismo deportivo en general. En algunos momentos, hay que decir, con justificación, durante estos larguísmos 14 años.

Se acabó. El Atlético demostró que volviendo a los orígenes es capaz de enfrentarse a cualquiera. Jugarle de tú a tú y, por supuesto, de ganar. Nunca debemos olvidar esto si queremos volver a disfrutar como anoche, si queremos seguir viendo a un Atleti campeón. Lo que siempre ha sido y lo que siempre debe seguir siendo.

Futre, Schuster, Pantic. El Atleti del 92 y el del doblete ya tienen sustituto. Ojalá esta plantilla campeona, también encuentre quien le sustituya. Eso significaría que el Atlético de Madrid sigue ganado títulos y que la leyenda continúa.