Emery se tomó muy mal la derrota del domingo y remató sus quejas en sala de prensa con un «Hoy el Atlético de Madrid ha ganado injustmente y con ayuda arbitral.«. Además de no ser cierta la afirmación, ¿cómo nos deberíamos sentir con esta afirmación?
Yo personalmente me siento más contento que nunca. Cada vez que el «emery de turno» se queja desde Valencia o Sevilla o cualquier equipo de los desplazados por el ascenso del Atleti como alternativa a la Liga de dos la verdad me siento fantástico viéndoles por el retrovisor.
Este resurgir comenzó con ese maravilloso espejismo en mitad del desierto que fue la primera temporada de Quique Sánchez Flores en 2010 (quizás un atisbo de lo que vendría después). Ese desierto de dos decadas y media (interrumpido por un par de Copas a principios de los noventa y un doblete glorioso) han sido devastadoras para el registro histórico del Atleti además de lo que ha supuesto en términos de honor y respeto y poner incluso en seria duda el tercer puesto de la Liga. Simeone está poniendo al equipo al día históricamente a pasos agigantados.
Cuándo yo era niño en los 80, el Atleti era considerado el segundo equipo de España sólo inferior en palmarés al Real Madrid. El Barcelona, un equipo acomplejado año tras año luchaba por mantener el paso y le diferenciaba una Liga en palmarés al Atlético.
Entonces llegó Cruyff y su dream team. Tras él las herencias de Rijkaard y Guardiola y su asalto definitivo como segundo mejor equipo se consumó. De antagonistas del Atlético a mejor equipo del mundo. ver para creer. A nosotros en cambio nos tocó la familia Gil.
Veinticinco largos años de vivir a la sombra de Real Madrid y Barça, de no vivir a la altura del escudo, de la historia centenaria. Veinticinco años, casi todos de «Pupas», Segunda y mediocridad.
En comparación con el Real Madrid nuestro estatus sólo ha ido a peor estas dos décadas y media. Mientras el Atleti descendía judicializado, el Real Madrid gastaba dinero a espuertas y se llenaba de Galácticos. El Vicente Calderón se desmoronaba a pedazos por aluminosis y falta de cuidado y el Santiago Bernabeu añadía torres, centros comerciales, restaurantes exclusivos o salas VIP remozadas y únicas por no hablar de como creció la sala de trofeos.
Cualquiera que haya vivido en Madrid recuerda como era de niño ir al colegio al día siguiente de otro derbi perdido, con tu carpeta del Atleti en la mochila y la dignidad por los suelos. Otra vez. Como cada año.
Mucho pierderon la fe y cambiaron de equipo. Para cuando llegué al instituto sólo eramos dos o tres del Atleti en un nido de madridistas. Ni siquiera eramos segunda opción para muchos niños madrileños que se hacían de equipos de todas partes de España antes que del Atletico de Madrid.
Muchos compañeros que cambiaron de chaqueta se hicieron del Barça que entrenaba el flaco Cruyff. Para los madridistas simplemente dejamos de ser rivales. Ni temibles ni dignos de respeto. Un rival venido a menos y nunca a la altura. De tocar la gloria en pocos años a vivir el infierno año tras año. Ser del Atleti se convirtió en un cuento sin posible final feliz.
¿Por qué me he desviado tanto del tema inicial de las palabras de Emery?
Este pasado domingo cuando Diego Costa empezó a perder los papeles, se fue del partido y el partido parecía cuesta arriba, cualquier otra temporada, el partido, la temporada y la oportunidad de recuperar algo de la dignidad perdida se esfumarían todas de golpe.
Pero esta es la nueva era del Cholismo. En estos nuevos tiempos tenemos carácter y orgullo y ganamos a los equipos contra los que antes no nos atrevíamos a competir.
Vemos a equipos a los que antes nos costaba seguir el ritmo sucumbir tras nosotros en la clasificacióny quejarse de como los árbitros favorecen a los «grandes» (¿a qué no os cansáis de que nos llamen grande de nuevo?)
Nos enfrentamos a uno de los desafíos deportivos más grandes que pueda haber: plantar cara y ser alternativa en esta Liga de dos. Y hemos decidido gritar: ¡Id pasando!
Puede que no ganemos el sábado, ni el siguiente partido en casa contra el Barcelona o incluso la Final de Copa. Pero… ¿y si ganamos? Finalmente tenemos fe de verdad que sí se puede.
Quizás (y sólo quizás) cuando lleve a mi hijo el lunes al colegio en coche y le observe por el retrovisor le vea con la carpeta del Atleti en la mochila y una sonrisa de orgullo de oreja a oreja.