La semana avanza sin piedad hacia el gran día. Por mucho que Simeone pretenda hacer ver que hay que pensar en el Jaén antes de centrarse en el derbi, lo cierto es que quien más y quien menos ya fantasea con el próximo sábado, 1 de diciembre a las 10 de la noche. La deuda histórica es demasiado elevada como para seguir sin cobrarla. Demasiadas las afrentas de amigos, hermanos y cuñados en las últimas temporadas como para no poder responder con orgullo.
Y es que avanzan las jornadas y a uno le escuecen ya los ojos de frotárselos ante el insultante (por fin en el sentido positivo de la palabra) inicio liguero del Atlético de Madrid. Once victorias en trece encuentros, algo al alcance de muy pocos y que tendría al equipo líder en cualquier liga europea o en cualquier Liga española de no haberse topado con Messi, Iniesta, Xavi y compañía.
Pero por más que estemos disfrutando de unos meses de ensueño, donde el más común de los mortales solo tendría ojos para el título liguero, aún hay muchos, la gran mayoría, que prefieren regodearse en el +8 con el eterno rival. ¿Por qué lo hacemos? ¿Es más importante la ventaja con el tercero que la desventaja con el líder? Como decía el anuncio de Colacao Turbo, «mí no entender«.
Pensando en el vecino de arriba en la tabla o en el de abajo, lo cierto es que el gran partido se acerca. Por si a algún despistado se le había olvidado, el Frente Atlético se encargó de recordarlo con un significativo «la gloria se consigue luchando». Caricia para ese colectivo grupo antes de recibir mi colleja de rigor por los innecesarios cánticos a José Antonio Reyes. Como dijo un buen tuitero, «no andamos tan sobrados de títulos europeos para desear la muerte de uno de los artífices de dos de ellos». Desprecio por su manera de salir, quizá, pero solicitar su fatal desenlace es darle una importancia mayor de la que tiene.
Y entre los delirios de una grandeza que el Cholo se ha encargado de sacar del cajón del olvido, llega EL PARTIDO. Hasta hace bien poco, el duelo contra el Real Madrid producía al aficionado rojiblanco de a pie nerviosismo, pereza e incluso miedo. Pero este año puede ser distinto. Los papeles se han cambiado y mientras el desconcierto ha hecho la maleta para instalarse en la casa del vecino, los días de vino y rosas han aterrizado en el Manzanares.
Asaltar el Bernabéu sería sin lugar a dudas la prueba definitiva para convencer a los escépticos de que la Liga es algo más que dos. La conquista de un gran estadio es quizá la gran asignatura pendiente de la historia reciente del Atlético de Madrid pues si bien se ha conseguido ganar al mejor Barça de la historia o ganar cuatro finales europeas, la victoria nunca se consiguió sin el apoyo de una incansable afición, dispuesta a dejarse la voz en cualquiera de las batallas sin tener en cuenta la capacidad del rival.
Es el momento en el que el Atlético de Madrid se defina entre el simpático candidato que se irá desfondando en el mes de diciembre o el sólido aspirante capaz de mirar por encima del hombro a merengues y culés. Como reza el Calderón cada domingo, «Ahora, ahora Atleti ahora». Que la reciente ascensión desde años y años de mediocridad no sirva únicamente para tener una caída mayor. Yo confío, ¿y tú?
Yo confío! Este año si!!
El «este año si» ha sonado durante tantos años con vergonzoso resultado que este me niego a tragármelo. No vamos a ganar al Madrid. Al Barça, quizás.