Sr Manzano:
Han pasado tres días desde la derrota de Barcelona y aún sigo enfadado, enfadadísimo. Vamos, que me llevan los demonios cuando pienso en el partido y en cómo el Atleti hizo el ridículo. Sabrá que no es la primera vez que nos pasa, pero eso no quita para que no termine de acostumbrarme, y espero no hacerlo nunca, a estos partidos en los que los míos deambulan por el campo y no compiten defendiendo unos colores detrás de los que va tanta y tanta gente.
Porque los atléticos somos gente rebelde e inconformista. Nos gusta luchar contra los elementos y contra los adversarios aunque sean mejores, reciban más apoyo de los medios de comunicación y tengan el dinero por castigo. Los títulos que ha ganado el Atlético de Madrid no se los ha regalado nadie. Ha sido por el esfuerzo y la calidad futbolística de muchos hombres y por el apoyo de una afición que nunca escatimó su apoyo ni su aliento.
Que conste que valoro mucho su carrera. Usted se ha forjado como entrenador a base de esfuerzo y trabajo. Recordará todavía los cientos de kilómetros que a diario recorría en su coche desde Jaén para entrenar al CD Toledo. Por eso, no termino de comprender por qué el otro día sus futbolistas salieron como si de un entrenamiento se tratara. Sin ninguna tensión, sin ninguna gana de competir y con el único deseo de que pasara el tiempo lo antes posible.
Comprendo que tampoco debe de ser fácil exigir esfuerzo y lucha a unos futbolistas a los que los dirigentes tampoco exigen. Fíjese cómo será la cosa, que le digo que en momentos como éste echo de menos a Jesús Gil. Por lo menos, el sábado después de la derrota hubiera salido a decirle cuatro cosas a los jugadores. No me gustaban sus insultos ni sus faltas de educación, pero sí que pusiera en su sitio a unos trabajadores cuando no cumplían con su trabajo. Ahora, con su hijo y su amigo a la cabeza ya no nos queda ni ése desahogo. Todavía estoy por escuchar al Consejero Delegado y al Presidente salir a pedir perdón a los aficionados por alguna de las actuaciones como las del sábado, desgraciadamente tan frecuentes en estos últimos años, con las que nos obsequian nuestros futbolistas y nuestros entrenadores.
No me gustaron nada sus declaraciones después del partido con la que expresó que al Barcelona solo se le puede ganar si ellos sacan a los juveniles o si el contrario juega al 100%. La pregunta está clara, ¿por qué, entonces, sus jugadores no jugaron al 100%? Estas declaraciones crearon en mí, y me consta que en otros atléticos, mucho desasosiego. Tanto o más que la derrota. Los atléticos tenemos orgullo. El mismo con el que mi padre y mi tío me llevaban al Calderón hace muchos años. Orgullo e ilusión como la que tienen hoy día muchos niños que son atléticos pese a todas las dificultades que tienen para ser del Atleti.
Me gustaría pensar que cuando un grupo de aficionados les aplaudieron cuando llegaron a entrenar al Cerro del Espino, usted les dijera que no se merecían esos aplausos. Que ésa no es la afición del Atlético de Madrid porque la verdadera afición del Atleti es la que disfruta de los triunfos y sufre con las derrotas.
Independientemente de que usted se equivocara o no en la alineación, si los futbolistas hubieran tenido la mitad del orgullo que tenían mi padre, mi tío y que seguimos teniendo muchísimos atléticos, es probable que el Barcelona nos hubieran ganado, pero le aseguro, que no hubiera sido de la misma forma. Y ni yo, ni una buena parte de la afición, tendría este cabreo tres días después, ni estaría ahora mismo escribiéndole esta carta.
Para terminar, le haré una petición: que no se repita una derrota como la del sábado. Nunca más, al menos mientras usted sea el responsable técnico del equipo.
Atentamente.