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En el fútbol español se ha producido un cambio importante y es que en la última década equipos como el Villarreal, Valencia o Sevilla se han convertido en alternativa. Esto estaría muy bien porque así tenemos más emoción a lo largo de la temporada. El problema es que nosotros hemos dejado de serlo.

El fútbol es un juego. Y, por tanto, está sometido al azar, la suerte y las circunstancias. Que un equipo peor gane a otro mejor no es anormal. Es más, ocurre con cierta frecuencia. A nadie puede extrañar que en determinadas competiciones, sobre todo las de eliminatoria, se produzca una sorpresa de este tipo.

Pero como todo en la vida, si en el fútbol se hacen las cosas con criterio, seriedad y profesionalidad, lo normal es que un equipo bueno obtenga mejores resultados que uno malo y cuando se enfrentan, el bueno gane al no que no lo es tanto. Y eso fue lo que pasó anoche.

El partido contra el Villarreal se presentaba con ilusión y optimismo para el Atlético de Madrid. Después de ganar al Sevilla en un partido de los de antes, la situación era inmejorable. Aunque no era lo fundamental, el líder había perdido la noche anterior, precisamente contra el Sevilla, y si se conseguía la victoria, no sólo se lograrían tres puntos, sino acercarnos al liderato.