Agapito Maestre se levantó el domingo de Resurreción con la intención de ir al fútbol. Durante los días anteriores había tenido unos días de vacaciones que le habían servido para liberarse de la rutina diaria del trabajo. De lo único que no podía desconectar Agapito es de su Atlético de Madrid. A medida que pasaban las horas sentía más pereza de coger el coche y lanzarse por la carretera rumbo al Calderón. La mediocre temporada rojiblanca, las múltiples bajas en el centro del campo y la escasa repercusión que iba a tener la protesta programada contra la directiva eran razones más que suficientes para quedarse en casita, disfrutando o cabreándose con el partido con una cervecita, o quien sabe si con un ron con limón.