Yo no siempre he sido del Atleti. De hecho, mi primer equipo fue el Rayo. Aquella franja roja cruzada, rollo diácono de iglesia ortodoxa, siempre me puso mucho. Lo que pasa es que ser del Rayo en el cole no viste cuando se habla de fútbol y además, el Rayo no ganaba con la frecuencia que yo deseaba. Así que, no tardé en ceder ante el Atleticismo pasional de mis mejores amigos que siempre hablaban de Dirceu o de Artechembauer y de la grandeza rojiblanca y criticaban al vecino de enfrente. A mí, de hecho, el Madrid siempre me cayó mal y no sé porqué, pero me caía mal. Supongo que el blanco nunca fue mi color y me resultaba ridículo vestir de blanco que era el color de mi ropa interior.
Mi padre tuvo mucho que ver con mi vocación atlética y eso que él sí que era del Madrid aunque muy poco seguidor del fútbol moderno ya que, según él, el único fútbol bueno había sido el del Madrid de Di Stefano. En fin. Mi padre tuvo mucho que ver, iba diciendo, porque siempre le pedía ir a ver al Atleti, pero él me contestaba que él al fútbol no iba porque había mucha gente.
Sin embargo, mi progenitor ideó un plan para tenerme contento a mí y desocupado a él. Un vecino, amigo de la familia sí que era un atlético acérrimo y mi padre le convenció para llevarme al Calderón. Era el Sr. Pascual, el del 5º B. Un hombre de edad que tenía dos hijos de veintitantos y que me llevaba al Calderón haciéndome pasar por su hijo. La verdad es que mi padre “sobornaba” al Sr. Pascual con chorizo, morcilla y torreznos traídos de Extremadura y queso de la Serena. Cada vez que íbamos al pueblo le traíamos su cargamento.
Creo recordar que mi primer partido fue un Atlético de Madrid – Hércules que ganamos uno cero con gol de Ruiz. Lo que más me llamó la atención del campo fue el marcador. Era muy pequeño y el partido llegó a cansarme.
El Sr. Pascual me llevaba al fútbol los domingos, no todos, pero muchos, quizá ocho o diez por temporada a ver al Atleti y otros cuantos a ver al Madrileño que recuerdo que solía ser por la mañana. Cuando había partido, debía salir de casa cuando empezaba el telediario y el Sr Pascual me llevaba al bar donde recogíamos a un amigo y para el campo. Íbamos en coche y aparcábamos en un descampado anexo al estadio que, creo recordar, lo vendió Rubí cuando presidió el Club como administrador judicial. Aparcábamos allí si no estaba el circo, ya que el solar también acogía la temporada circense.
Con el Sr Pascual, nunca llegué a escuchar el pitido final por muy emocionante que fuera el partido. Cinco minutos antes, a veces más, ya estábamos desfilando camino del coche para evitar el follón de la salida. Sin embargo, llegar, sí que llegábamos pronto. Una hora antes del partido ya estábamos en un bar cercano al estadio compartiendo un coñac con el resto del grupo. A mí me compraban un paquete de chicles y a ratos les escuchaba, a ratos buscaba chapas por el suelo para hacer mis equipos.
Todo lo que sé del Atleti lo aprendí allí, fui adoctrinado y enseñado por una generación de rojiblancos que habían visto a Collar, Peiró, Calleja, Ufarte, Luis y Adelardo. Siempre había tiempo para hablar del partido y repasar qué había sucedido durante la semana. En aquellos tiempos no había internet, pero todo se sabía incluso si algún jugador estaba picado con algún compañero o si éste o aquel jugaban porque eran los chivatos del Míster. Según pasaba el tiempo las tertulias me parecían más interesantes e incluso a veces, pocas, metía baza.
En aquellos tiempos, en las puertas de acceso había un portero con mil años, mucha mala leche y una gorra de plato con el escudo del Atleti, ¿qué habrá sido de aquellas gorras? Con gusto pagaría una pasta por comprar una. En la puerta había que romper del cartón el número de partido que correspondía. Un rudimentario pero eficaz sistema. A aquel portero se le daba una propina de mil pesetas de tanto en tanto. Al principio no sabía porqué pero lo descubrí con el tiempo.
Nuestro asiento estaba en la grada lateral, pero en la parte noble. En aquellos asientos de madera, de antaño, que además estaban a buen resguardo por si llovía. Realmente, nuestros verdaderos asientos eran unos de cemento del segundo antiteatro, en el córner, pero aquellas mil pesetas nos facilitaban un acceso mejor.
A mí el jugador que más me gustaba era Rubio aunque mi primer ídolo fue Pedraza. Especialmente, en aquella efímera etapa en la que debutó con la selección y se ganó el prestigio de la prensa. Después vino Hugo Sánchez, pero al que recuerdo con más cariño es a Paco Llorente, su marcha al Madrid para mí fue trágica. Creo que, desde entonces, no he vuelto a idolatrar a ningún jugador.
Pero… ¿Cuál es vuestro primer recuerdo como rojiblancos? ¿Cuál fue vuestro primer partido en el campo? ¿Vuestro ídolo? ¿Vuestro mejor recuerdo? ¿Por qué sois vosotros del Atleti?
Foto: marca.com
Muy bueno gracias amigo. Mi primer partido creo recordar que fue un Atleti-Farsa, con 1-1. Yo por entonces era portero, de la época de Aguinaga (conservo aun una camiseta roja como la suya que ahora podría usar de llavero).
Enhorabuena por el pedazo de blog sobre la Familia. Eso sí me ha chocado ver la procedencia de la foto de hoy; es como una mancha de café en el toro del Guernika. Y FORZAATLETI!