Lo había soñado muchas veces. Para ser francos, quien más y quien menos ha fantaseado alguna vez con jugar con su equipo, ante su afición, como titular, con todos los focos apuntando. Lo que se escapa de toda imaginación, incluso de la de los más optimistas, es que después de trece segundos tengas a toda esa hinchada rendida a tus pies tras firmar el gol más rápido de la centenaria historia del club. Y todo con apenas 18 años.
Se hizo esperar la ansiada oportunidad para Óliver Torres, se hizo de rogar Simeone, como esperando a que su receta mágica estuviese en el punto exacto de cocción para sacarla del horno y presentarla en sociedad pero la puesta en escena no pudo tener un mejor resultado. Al chaval no le pudo la presión y, como si el destino quisiese premiar su paciencia, puso en su bota derecha un rechace con toda la portería para marcar. Era su bautismo, la primera gran noche de, esperemos, una enorme lista de exhibiciones del pequeño moralo.
Una hora más tarde, un desgarrador grito de rabia resonaba por encima de 45.000 gargantas a orillas del Manzanares. Era el final de una racha maldita. La rabia se adueñaba de David Villa, que marcaba después de muchos partidos sin hacerlo y muchos rumores sobre el apresurado ocaso de su carrera deportiva. No lo pasó bien en Barcelona tras su lesión y sus primeros meses en el Atlético tampoco estaban siendo brillantes, ante la bendita injusticia que es trabajar junto al hombre de moda del fútbol europeo.
Pero un voraz depredador del área no tiene suficiente con saciar su sed, así que unos minutos más tarde se ensañaba con el cadáver bético para saborear de nuevo el dulce sabor del gol. Pudo marcar uno, dos, quizás tres goles más, incluso tuvo tiempo para servir en bandeja de plata el cuarto de la noche a su socio, pero la mayor victoria de David Villa no la medía su presencia en el electrónico, sino su sonrisa. El Guaje volvió a mostrar esa mueca de felicidad, inocente pero llena picardía que le ha llevado a ser el máximo goleador de la historia de la Selección. Era su resurrección, una noche de gloria más en una trayectoria repleta de éxitos y que se niega a escribir su última página.
Y cuando todo parecía visto para sentencia, llegó él. Una de las piezas claves en este Atlético de Madrid, la prolongación del entrenador sobre el campo, el líder en la sombra. Incluso para hacer su primer gol de la temporada esperó a que el trabajo estuviese hecho, procuró que fuese un gol poco llamativo, que no quitara brillo a los otros protagonistas de la noche pero de vital importancia, como su entrega, su esfuerzo y su sacrificio en cada choque.
Gabi, ese amigo responsable que todos queremos cerca en una noche de borrachera para convencer a nuestros padres de que nos han echado algo en la copa, el que ni tiene un original cántico de la afición ni ve camisetas con su nombre en la grada, se regalaba un gol como premio a una sensacional temporada. El capitán aprendió en este Atleti que segundas partes nunca fueron buenas pero su constancia le enseñó al Atleti que el que la sigue, la consigue. Don Gabriel Fernández Arenas protagonizaba un episodio de justicia divina, de homenaje a quien da todo sin esperar nada a cambio, por unos instantes, el hombre que se mete en el barro para que otros se lleven las portadas, tuvo su merecido reconocimiento.
Da en el clavo.
Felicidades Oliver.
Apuesto por Villa. Es una apuesta segura.
Gabi, es fundamental en este equipo. Que derroche el de este jugador.
Un abrazo.
Uno está por llegar, otro está llegando y el otro está aquí. Creo que si logramos que los tres convivan, manteniendo otras ‘realidades’ del grupo como Filipe, Miranda, Koke o Costa, hay un más equipazo de lo que pensamos.
El otro día me fijé en el trabajo táctico quen tiene Gabi. Raúl García y él, son maestros de las coberturas. Ese tipo de juego que pertenece al fútbol pero quenadie repara en ello.
No son goles, ni regates, pero fijarse en el esfuerzo y la inteligencia táctica también es una gozada.
Me encanta Gabi, su actitud, su trabajo y esfuerzo. Con todo, pertenezco a esa parte del público al que le cuesta ver todo el trabajo que aportan este tipo de jugadores, fundamentalmente porque no vivo en Madrid y, al tener que ver los partidos por televisión, yo y cualquier espectador se pierde casi todo lo que no sea juego con pelota, sobre todo en el aspecto defensivo (creo que nos perdemos gran parte del trabajo de jugadores como Gabi, Busquets o Khedira, por poner ejemplos conocidos). Me gustaría que los comentaristas dedicaran más minutos a estos jugadores. Enhorabuena por el artículo.