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Después de la extraordinaria exhibición frente al eterno rival el Atlético de Madrid se ha caído de forma inesperada e insólita. En los últimos cuatro partidos hemos visto a un equipo timorato, desnortado y dubitativo. Un conjunto que se comporta de forma extraña, desconocida para quienes hemos seguido su evolución durante los últimos tres años.

Cabe la disculpa de que algunos de sus mejores hombres no han podido jugar o si han jugado no lo han hecho en condiciones óptimas de salud. Aunque refugiarse en eso no resulta suficiente para explicar el mal juego desarrollado durante los, ya mencionados, últimos cuatro partidos.

Ayer quedaron al descubierto las precariedades físicas y mentales de algunos futbolistas. Muy triste el bajón anímico y futbolístico de Gabi, al que sin duda le afectan las cuestiones relacionadas con el supuesto caso de amaño de partidos. No es el único. A esa lista pueden apuntarse Tiago y Raúl García, que ayer pasaron totalmente desapercibidos sobre el césped del Sánchez Pizjuán.

Se salvó Fernando Torres, que lo intentó con mucha garra y pundonor. Como debe ser, como indican los mandamientos del cholismo. Unos mandamientos que parecen hayan olvidado la mayoría de los jugadores.

Principalmente sin ambición. Fue lo más llamativo del partido de ayer. Simeone envió un mensaje conservador e inequívoco al elegir la alineación. De nuevo algo extraño en un tipo que vive para competir y que compite para poder seguir viviendo.

El Atleti se ha retirado a los cuarteles de invierno. Quién sabe si se hará realidad la famosa frase: una retirada a tiempo es una victoria. Pero, no es del Atleti de ayer en Sevilla ni el de Alemania del que nos hemos enamorado. Ni ha sido el conservadurismo lo que ha hecho un Atleti campeón.