Falta apenas un día para la cita. Es cierto que a lo largo de la temporada, el Atlético de Madrid ha ido afrontando partidos cada vez más exigentes e ilusionantes, pero el ‘partidoapartidismo’ de Simeone hace que a nadie se le ocurra pensar en todo aquello que haya más allá de mañana. ¿Se imagina alguien cuando sortearon el calendario que se hubiera sufrido tanto en un partido contra el Elche sabiendo que cuatro días más tarde el Atlético de Madrid jugaría una semifinal de Champions? Pues eso.
Quizá uno de los ingredientes más importantes del éxito de este Atlético está en su peculiar plantilla. No hay que olvidar que Simeone se encontró hace dos años y medio a una plantilla ya confeccionada y pasado este tiempo, salvo pequeñas y obligadas excepciones, no ha retocado lo más mínimo ese grupo. Un grupo cuya calidad no es comparable al de los grandes de Europa pero que se han convertido en extremistas del Cholo hasta el punto de que se inmolarían sin dudar en terreno enemigo si así lo indicase el argentino.
Si algo aúna a todos estos futbolistas es que se trata de una plantilla con la suficiente experiencia en esto del fútbol como para no achantarse ante quien quiera que esté enfrente y con el hambre de un juvenil con toda la vida por delante en esto del fútbol. Futbolistas de carne y hueso, sin los vicios que da el glamour de los títulos individuales y los ceros en la cuenta bancaria.
En ese mismo vestuario convergen un futbolista que necesitó no una ni dos, sino tres oportunidades para oír su nombre en el Calderón y ahora porta el brazalete para orgullo de todos, un extremo cuya carrera estaba condenada a verle deambular de equipo en equipo hasta que su reubicación como lateral le ha convertido en un mundialista potencial, un portero que llora haber firmado el contrato que no quiso o un delantero abrumado por las caricias, pero que vio que cuando vinieron mal dadas todo fueron espaldas delante de él.
Muchos jugadores y muchas historias, casi ninguna de final feliz hasta que Simeone se cruzó en sus caminos para guiarles a una gloria para la que quizá nunca pensaron estar preparados pero que se encuentra ahora a solo tres partidos. Sobre sus espaldas cae el peso de honrar a un grupo de hombres que hace 40 años vieron huir el sueño cuando lo acariciaban con las yemas de los dedos, futbolistas de botas sin marca y pelos en las piernas, carentes de gomia y portadores de zamarras de algodón impregnadas en sudor. Unos hombres que, como los actuales, hicieron a toda una afición sentir un orgullo indescriptible, algo que ni siquiera los títulos pueden igualar.
Gran articulo, jugadores que ni eran ni hubieran sido nada y ahora son campeones, y tienen la oportunidad en sus piernas de pasar al olimpo, todos juntos de la mano de su entranador.
Pero simpre desde la humildad, el trabajo y el esfuerzo.