Apenas habían transcurrido unos minutos desde que saltase al terreno de juego y el destino le pegó una cornada a Óliver Torres. El canterano rojiblanco vivió en sus carnes una de las lesiones más dolorosas que existen ante una humilde afición que suspiraría por contar con un mago como el de Navalmoral de la Mata. Un ‘bajito’ de esos que son tan codiciados para pelear contra el agónico descenso que desde hace demasiadas semanas está instalado en Vallecas. Mucho me temo que para quedarse.
Al siempre sonriente Óliver le tocó conocer la siempre difícil experiencia de abandonar la plaza rumbo a la enfermería con la faena a medio terminar. Y puede que fuese en el peor momento. El ‘16’ rojiblanco vio en Vallecas un punto de luz tras varias semanas sin apenas vestirse de corto y con tiempo aún para plantearse si la mejor opción para todos era una cesión en el mercado invernal. Un préstamo que permitiese salir y crecer como un camarada suyo, precisamente en el bando rival, había hecho. Poder jugar los 2.000 minutos que lleva entre Liga y Copa Saúl Ñíguez y conocer lo difícil que es ganar y aprender de los errores allí donde no se castiga tanto al cometerlos.
Pero todo se fue al traste en ese maldito agarrón que sacó de su sitio el hombro de Óliver Torres. Fueron un par segundos que bien pudieron separar dos trayectorias muy distintas: la del Óliver Torres cedido y la del Óliver Torres lesionado y que permanecerá en el Atlético de Madrid al no recuperarse a tiempo antes de que finalice el periodo de fichajes. La película ‘Dos vidas en un instante’ hecha fútbol aunque la vida real jamás nos permita saber qué hubiera sido del extremeño si nunca hubiese decidido frenar a Jonathan Viera.
Quizá hubiera cuajado una actuación de ensueño y hubiese abierto los ojos a Simeone para que le dejase salir a desplegar su arte lejos del Vicente Calderón. Como hicieron Mario Suárez, Gabi o Diego Costa, como está haciendo Saúl, como a buen seguro hará Leo Baptistao. Pero en la moneda de Óliver, en esta ocasión, salió cruz. O cara, que nunca se sabe. Tal vez esa lesión haya sido el elemento decisivo para disipar dudas sobre su salida y en apenas tres semanas esté con el grupo para la fase importante de la temporada jugándose los minutos.
Literatura aparte, este contratiempo tiene que ser valorado por el jugador como una nueva lección en este curso acelerado de ‘Cómo convertirse en estrella de la noche a la mañana’ que muchos queremos que aprenda cuanto antes. Las lesiones están ahí y, como en este caso, pueden llegar cuando menos te lo esperas. En la temporada en la que muchos veíamos su consagración como algo evidente, Óliver Torres está teniendo que remar a contracorriente pero su lucha no será en vano. A buen seguro de que todos estos reveses le harán más fuerte en el futuro.
Dicen que hay que recoger todas piedras que uno se encuentra en el camino para, con ellas, hacer un castillo. Ojalá que el de Óliver Torres sea firme, robusto, seguro y, por qué no pedirlo, protegido siempre por el dios Neptuno.
“I wish ‘If Only…’, but ‘If Only’ is a wish too late”
Foto: www.clubatleticodemadrid.com