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Los atléticos hemos visto tantos espejismos en el desierto que nunca nos dejamos llevar por la euforia con honestidad. Siempre hay una sensación de falta de fe o una señal que nos dice que dos partidos ganados con holgura no nos da derecho a ir más allá.

Pero este Atleti de Simeone huele a otra cosa. No recuerdo un equipo con tantas jugadas ensayadas a balón parado desde los tiempos de Benito Floro con aquel Queso Mecánico o el Tenerife de Valdano.

Nunca entendí como un equipo profesional no tiene jugadas de estrategia preparadas. Claro que en el fútbol es importante jugar con los pies y el Atleti lleva años levantando, como máximo, medio metro el balón del suelo en las jugadas a balón parado. Es razonable pensar que sin Diego seguiríamos lanzando balones para gnomos o enanos. Pero, afortunadamente, Gabi cumple dignamente y Koke lo hace de forma brillante.

Pero este Atleti tiene otra cosa. Tiene equipo. Un equipo de esos que juegue quien juegue suma. Me permito soñar con un reconocimiento a Raúl García, una ovación a Diego Costa o un milagro con Asenjo. Lo fácil es lo difícil. Y a algunos le sorprende que el Atleti tenga esa ambición que roza la inconsciencia.

Y éste es Atleti que queremos, que quiero y que dos no quieren. Un Atleti con hambre. Un equipo que compite más allá de la buena o mala suerte o de la superioridad de un rival.

El espíritu atlético está basado en la fe, no en la fe que vendía Rushmore, si no en la fe de verdad, la que hace la gente de bien que no tiene tanto pero llega más lejos que el que lo tienen todo. Aquella máxima rojiblanca que nos impide rendirnos.

Somos felices. Estamos orgullosos. Pero seguimos teniendo memoria, Miguel Angel, tenemos memoria…

Foto: Club Atlético de Madrid.