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En uno de los mejores escenarios posibles del fútbol europeo, el Olímpico de Roma, el Atlético de Madrid se marcó un partidazo. Hay que remontarse hasta mediados de los 90 para recordar un Atleti tan superior a todos los rivales a los que se ha ido enfrentando durante los últimos seis partidos. Hoy era una cita especial. Comenzaba la carrera hacia la final europea y los profesionales acudieron a ella con la intención de no defraudar. Querer es poder. Quisieron y pudieron.

Y eso que hubieron de reponerse de un error de cálculo de Courtois que, en un desafortunado rechace, dejó un balón franco para que Klose adelantara a los romanos. La Lazio no había hecho nada y se había adelantado en el marcador. El Atleti, lejos de arredrarse, continuó percutiendo contra la defensa contraria hasta lograr, primero la igualada y posteriormente la remontada.

Si importante es la victoria, más lo es la forma como el equipo llegó hasta ella. Desarrolló un fútbol de movilidad, de posesión del balón, de defensa adelantada. Un fútbol rotundo, de rompe y rasga. Un Atleti convencido de lo que hace. Donde antes decíamos desidia ahora decimos entrega, donde antes pasotismo, ahora compromiso, donde antes pérdidas de balón, ahora recuperaciones, donde antes veíamos un fútbol cicatero ahora escribimos verbos que teníamos en desuso: triangular, combinar, presionar, robar.

Simeone ha obrado el milagro y los jugadores son mucho mejores que hace un mes. Porque para mí es un milagro que el Cholo haya podido transformar de forma semejante a jugadores que hasta principios de año parecían futbolistas de tercera categoría. No me pregunten cómo ha sido posible. No lo sé. Y esa es la gracia de los milagros, aunque nadie pueda explicarlos científicamente, existen.

Imagino que los primeros agradecidos al técnico argentino serán los futbolistas. Se han reencontrado a sí mismos y estarán volviendo a disfrutar de su profesión. Juanfran es un puñal, Falcao ya no es un lindo gatito fuera del área, Gabi roba balones por doquier, Mario se la da a un compañero, Koke conduce al equipo, Filipe es el del Depor, Miranda un valladar y Godín el mariscal del área. Y así podríamos continuar con toda la alineación.

Por encima de todos, Adrián … Adrián es un virtuoso del balón, lo trata con mimo, sabe dónde enviarlo en cada jugada, busca al compañero y poco a poco va sumando goles que le siguen manteniendo como el máximo goleador atlético de la Europa League. Ha pasado unos partidos más desapercibido, pero hoy se ha confimado como un futbolista estupendo al que le espera un futuro halagüeño, esperemos que vestido de rojiblanco.

El fútbol es un juego. Y si el otro día nos íbamos con el amargo regusto de una victoria merecida, pero que no llegó, hoy ha habido premio. Y de los gordos. Tras siete partidos, los aficionados atléticos vuelven a estar orgullosos de su equipo. Saben que no les defraudará. Vuelven a sentirte importantes y disfrutan con el juego que ofrece su equipo. Los niños preguntan a sus padres que les cuenten historias del Cholo. Y sus padres se las cuentan recreándose en la suerte.

Gracias Simeone por devolvernos la ilusión ¡Larga vida al Cholo!