Las bolitas fueron caprichosas y han deparado un Milan-Atlético de Madrid en los octavos de final de la Liga de Campeones. El destino ha regalado al milanista Muntari el rival que él quería –el más débil de los cabezas de serie, dijo-, y a Gabi la oportunidad de, por fin, conocer a ese señor ghanés que osa realizar esa afirmación tan a la ligera. El morbo está servido desde meses antes de que la pelota eche a rodar.
El Atlético de Madrid tendrá enfrente una eliminatoria muy abierta en la que se siente favorito quizá más por las sensaciones deportivas actuales que por lo que el palmarés de los italianos demuestra. El Milan no era ni blanco ni negro, ni coco ni cenicienta, pero los rojiblancos pueden sentirse seguros de que tendrán un cruce en el que habrá que sudar para seguir adelante pero en el que las posibilidades de éxito son altas.
Enfrente, una constelación de estrellas venidas a menos con Mario Balotelli a la cabeza. El delantero será la gran preocupación de la que, hasta la fecha, es la defensa más completa de Europa. Atrás no conceden y arriba asustan cuando tienen ocasión. Por detrás del ‘otro’ SuperMario –el de verdad es de Alcobendas y es gladiador del Cholo- los veteranos de guerra Kaka y Robinho, con gris pasado en las filas del eterno rival pero con especial manía de amargar las viejas noches de derbi, y varios jóvenes interesantes con mucho que demostrar como El-Sharaawy o Niang. Por si fueran pocos ingredientes, un retorno, el de un Cristhian Abbiati que no brilló demasiado en el Manzanares pero dejó grato recuerdo entre los aficionados colchoneros.
Simeone, buen conocedor del fútbol italiano por su etapa en el Catania, tendrá que concienciar a su disciplinado bloque de que más de la mitad de la eliminatoria se jugará en San Siro. Cuajar un buen partido en la ida serviría de pasaporte para los cuartos de final en un campo que asusta menos que en las épocas doradas milanistas pero que, como demostró el pasado año en la enfrentamiento contra el Barcelona, puede complicar la existencia hasta al galán más emperifollado.
Quizá lo peor de esta eliminatoria sea el tiempo que hay que esperar. Dos meses se antojan como una eternidad para un equipo que funciona como un reloj y como una bombona de oxígeno para un Milan que naufraga por la mitad de la tabla en su campeonato. Poco puede mejorar el Atlético de aquí a febrero, pero los italianos tienen margen de mejora para lograr una estabilidad institucional y deportiva que les convierta en más fieros de lo que puede aparentar.
Hasta entonces, a seguir disfrutando de un equipo que parece empeñado en subirse el listón cada semana. Poco importa que se gane con solvencia a un rival que hasta hace poco causaba pánico en el Calderón como el Valencia si se puede completar una goleada que aúpe al equipo al liderato. Porque una cosa es el partido a partido y otra muy distinta que este Atlético de Madrid es un ejército de hienas dispuestas a devorar a cualquier rival al menor descuido. El sabor de la victoria es delicioso y en el Atleti hay mucha hambre de gloria.
Las verdaderas declaraciones de Muntari fueron: «El Atlético de Madrid en el papel es más débil que los demás, pero lo está haciendo muy bien en la Liga. Tal vez prefiero el Manchester United, un gran club, pero no en un gran momento». La prensa deportiva española como siempre manipulando las noticias y sacando los comentarios de contexto y los borregos que les hacen eco sin preocuparse por verificar las informaciones.
Llevábamos años deseando jugar Champions y desprestigiándose por muchos el conseguir la Europa League por no tener equipos de nombre, a pesar de que es posible que jueguen al final en ella más campeones que en la propia Champions donde la mayoría de los que juegan no son campeones de liga.
Pues ahora que jugamos Champions lo lógico sería desear que nos tocaran todos esos equipos con nombre que no jugaban la Europa League, así que si el Milan es uno de ellos bienvenido sea, sería paradójico desear que nos tocara el Leverkusen o el Galatasaray a los que en su día eliminamos de la Europa League y para muchos no fue algo meritorio