Varios años atrás leí un libro revelador. Volví a releerlo hace unos días. Se trata de Rebelión en la granja, de George Orwell. La edición con la que me hice trae un prólogo del autor titulado La libertad de prensa que no leí en su día, o por lo menos no recuerdo haberlo hecho.
Este prólogo no fue publicado en Rebelión en la granja originalmente porque fue hallado años más tarde, en 1971 sin firmar, entre los libros pertenecientes a Roger Senhouse, socio del primer editor del libro, Fred Warburg. Bernard Crick, político inglés y biógrafo de Orwell afirma que “no puede existir duda alguna de que el ensayo inédito recién descubierto y que debía servir de prólogo a Rebelión en la granja fue escrito por el propio Orwell”. Crick sitúa la fecha de escritura del prólogo en 1945, el año de publicación del libro, que había sido terminado de escribir en 1943.
Cuento todo esto para situar al lector en el contexto temporal de la obra.
Orwell escribe sobre la censura en la prensa británica a mediados del siglo XX. No se refiere a la que imponen poderes superiores, sino a la autocensura de la prensa. Todo el escrito está centrado en reflexionar sobre la censura que los medios británicos se autoimponían al tratar todos los asuntos relacionados con el régimen soviético de Stalin.
Han pasado 68 años desde que el autor de Rebelión en la granja escribiera este prólogo. Han cambiado los protagonistas. Nada tienen que ver las personas a las que se refería Orwell con las que yo me refiero en este artículo. Ni ellos ni la gravedad de los hechos que se cometieron tienen parangón. Pero ni por un día ha dejado de cumplirse aquello que Orwell dejó escrito hace tantos años.
La mentira o la ocultación de la verdad se justifica por la consecución de un bien superior. No tiene sentido denunciar una ilegalidad si ésta se cometió para obtener un beneficio común. Mucho menos, si el delito, aunque demostrado, prescribiera con el paso de los años. Silenciado el delito es como si nunca se hubiera cometido. Por lo que no puede haber ningún resto de sentimiento de culpa por tratar a los responsables del mismo como si nada hubiera pasado.
Ningún poder superior impide a los periodistas ejercer su derecho a la libertad de prensa y preguntar a los protagonistas por los hechos delictivos cuando tienen la ocasión. Pero no lo hacen.
No se prohíbe decir esto o aquello, es que no está bien decir ciertas cosas. Y cualquiera que ose desafiar aquella ortodoxia se encontrará silenciado con sorprendente eficacia. -George Orwell, prólogo de Rebelión en la granja titulado La libertad de prensa, año 1945-.
Pues así están las cosas. Y esto seguirá vigente por los siglos de los siglos.
Es tarea de todos y cada uno de los aficionados del Atleti intentar limpiar el nombre del Club que los delincuentes prescritos convirtieron en suyo de forma ilegal.
Aúpa Atleti.
Hoy y siempre, ¡diles que se vayan!
Un saludo desde http://www.paseomelancolicos.com
No espero mucho del aficionado medio atlético. Si antes, cuando las cosas iban mal, sólo unos pocos se atrevían a criticar a los directivos, ahora, que todo va afortunadamente bien, mucho menos lo van a hacer.
Un saludo.
Desde luego, ese es uno de los problemas más gordos.
El darle la razón al productor de cine siempre que dice que la gente solo protesta cuando las cosas van mal.
Tristemente, es así. O al menos lo era hasta 2010 cuando acudí a mi último partido en el Calderón tras 10 temporadas…
Un saludo desde http://www.paseomelancolicos.com
Una pena que tenga que ser así. La gente olvida, los periodistas no preguntan ni investigan y ellos son felices. En fin.
Genial perlita Julio. Me ha encantado.
Muchas gracias, Ricardo.