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Perdónenos, señor Costa

En julio de 1993, la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa aprobó la Resolución 1.003 sobre Ética del Periodismo. Entre otros derechos y obligaciones, se establecía el “deber de rectificar aquellas informaciones que sean falsas o erróneas”. Nunca informé de nada falso o erróneo sobre Diego Costa, pero creo que es de justicia que uno se quite la careta y rectifique todo aquello que dijo en el pasado sobre él, sobre sus opciones de convertirse en referente del Atlético de Madrid. Al fin y al cabo, según dicen, es cosa de sabios.

Porque Diego Costa, que parece que lleva toda una vida en el Atlético de Madrid, es seguramente la pieza más importante de este equipo en la actualidad pero su camino al estrellato rojiblanco ha estado plagado de trabas y contratiempos. Problemas que ha superado uno tras otro y que, seguramente, tengan buena culpa de ese carácter indestructible ante las defensas rivales que ha ido forjando temporada a temporada.

La primera rectificación, sin embargo, no debería ser sobre nuestro protagonista, sino con quien le trajo. No trataré aquí de defender la figura de Jesús García Pitarch, pero sí es indiscutible que supo ver la flor entre la maleza y descubrir un valiosísimo diamante por pulir y que podría ser perfectamente el mejor fichaje calidad-precio de la historia reciente del Atlético de Madrid. En su día, y mucho tiempo después, se cuestionó la llegada de Diego Costa y muchos temimos que cesión tras cesión, acabaría su carrera  sin vestir ni una sola vez la rojiblanca. Celta de Vigo, Albacete y Valladolid vieron la doble cara de un joven que tan pronto marcaba goles maradonianos como se iba a la caseta tras propinar un cabezazo a un rival.

Finalmente tuvo su oportunidad. Tras librar un duelo a todo o nada con el Toto Salvio en la pretemporada 2010/11, Diego Costa consiguió un hueco en la plantilla pese a que, para muchos, el premio tenía que haber sido para el argentino. El brasileño tenía claro que su misión era mendigar minutos ante dos mastodontes del gol como Diego Forlán o el Kun Agüero. Creció en humildad y trabajó como el que más para aprovechar su oportunidad cual ave carroñera y llegó a sacar tajada del desencuentro entre el delantero uruguayo y Quique Sánchez Flores con brillantes actuaciones como aquel hattrick en el Reyno de Navarra. Aún así, otros seguíamos desconfiando de sus cualidades para convertirse en heredero de una brillante estirpe de atacantes como Gárate, Futre o Fernando Torres.

Nuestras sospechas ganaron enteros cuando la siguiente temporada, ya sin Agüero, Forlán ni Quique, a Diego Costa no se le ocurrió mejor idea que prolongar sus vacaciones estivales y llegar varios días tarde a la pretemporada. La excusa, recordarán, fue no saber qué había hecho con su teléfono móvil. A su llegada, el destino fue el cruel castigando su falta de profesionalidad de un modo mucho más drástico de lo que en el club hubieran imaginado: rotura del ligamento cruzado anterior y menisco de la rodilla derecha. Su historia como jugador atlético parecía haber terminado ahí.

Hay quien dice que para dar dos pasos adelante hay que dar uno hacia atrás. Es probable que esa gravísima lesión fuese la gran detonante del Diego Costa que hoy por hoy conocemos. Recortó sus plazos de recuperación y, en Navidades, fue cedido al Rayo Vallecano junto con Joel y Pulido. Contaba en la intimidad José Ramón Sandoval, su técnico en el equipo franjirrojo, que a su llegada la plantilla y él mismo se asustaron de cómo entrenaba. Pese a que su carrera podía haberse ido al traste meses atrás, entraba al choque con las ansias de quien quiere recuperar el tiempo perdido a marchas forzadas. Nunca antes dijo el técnico madrileño haber visto a alguien así nada más salir de una lesión. El resultado no se hizo esperar, diez goles en media campaña y la personalidad del guerrero como cartas de presentación a su enésima reválida en el Atlético de Madrid.

Ya con Simeone en el banco, las cualidades de este canchero que se crió en el fútbol de la calle hasta los 16 años no pasaron desapercibidas. Con Falcao como referente, vio su hueco en el bajón sufrido por Adrián López y aprovechó su oportunidad convirtiéndose en el máximo goleador de una Copa del Rey que difícilmente se borrará de la retina del aficionado del Atlético de Madrid. El escéptico por el contrario prefería quedarse con las marrullerías que le llevaban a ganarse minutos de televisión basura lunes sí y lunes también.

Debió decantarse la balanza de este último lado pues este verano y pese a que Falcao había dejado huérfana la vanguardia rojiblanca, muchos pusieron -pusimos- el lazo ante una posible oferta del Liverpool para hacerse con sus servicios. Con una sonrisa en la cara, respondió a quienes valorábamos su marcha que era “feliz en el Atlético”. Y, por si acaso las palabras se las llevaba el viento, rubricó su firma en un nuevo contrato hasta 2018. Diego Costa se ha ido encargando semana a semana de cerrarnos la boca a cal y canto a todos y cada uno de los que en alguna ocasión dudamos de sus posibilidades. Ha hecho añicos nuestras predicciones en cada una de sus cabalgadas por la banda y nos ha sonrojado gol a gol por nuestra falta de fe.  Rectificar es de sabios, dicen, pero con Diego Costa sería muy necio el negarse a hacerlo.

 

Foto de Diego Costa: Club Atlético de Madrid.

Periodista en Eurosport Yahoo! Rojiblanco como bendito castigo y nostálgico del fútbol de antaño. Politeísta creyente en Gárate, Luis, Arteche y Calderón. Fernando Torres, el profeta.
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  1. Plas, plas, plas. ¡Qué precioso post! Sin duda Diego Costa ha sido el artífice de su propio cambio. Trabajo gris, mucho orgullo y mucha hambre.

    Siempre destacó allá donde fue: Valladolid, Vigo, Vallekas… pero lo cierto es que tuvo que adaptarse para jugar en un equipo de primer nivel. Ahora que ya es titular, supongo, todo es más fácil. Pero, fíjese vd. que Simeone lo tiene claro: tiene que ir mejorando. Yo también lo creo. El día que levante la cabeza… será mucho más grande.

    Saludos.

  2. Parecerá ventajista, pero le veía un delantero diferente, que podría darle otra alternativa diferente a los delanteros de la época: Agüero y Forlán. Tan cierto como que ni se me pasaba por la imaginación que sería, algún día, la estrella del Atleti. ¿Y de la selección?

    Abrazos.