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Hubo tiempos mejores para ambos contendientes. Quien suscribe esta crónica desearía haber visto el partido de ida la semifinal de la Copa de Europa que se disputó entre los dos mismos equipos y en el mismo escenario que el de anoche. Atrás en el tiempo quedará para siempre la batalla de Glasgow. Ve con los ojos del corazón a Reina, Díaz, Ayala, Adelardo, Heredia, Gárate… Una eliminatoria que debiera estar en el imaginario de todo seguidor colchonero para honrar la gloria del Atlético de Madrid.

No pude contar esa gran historia y les tendré que contar otra, muy diferente. Era el primer triunfo atlético fuera de casa en ¡tres meses y cinco días! Una catástrofe para un equipo del tronío que debería tener el Atleti. Hemos tenido derrotas de todos los sabores: dulces, amargas y agrias. Todas justificadas por los protagonistas, aunque injustificables, por lo menos de la forma en la que se explicaron.

El triunfo y la clasificación fue celebrado con alegría y alborozo por muchos seguidores, como si 185 días de sequía victoriosa lejos de Madrid se pudieran olvidar en noventa minutos, demostrando, otra vez, que somos una afición que oscila entre el cielo y el infierno como si entre ellos no hubiera un abismo, sino una autotpista. El que suscribe, intenta imaginarse a la actual parroquia colchonera viviendo una clasificación como la del 74 y su imaginación no le alcanza.

Se identifica con extraordinaria facilidad la victoria con el buen juego. Y no siempre es así. El Atleti volvió a ser un equipo descosido, sin armazón. Da la sensación de que cuando el cuerpo le pide atacar, su mente está pensando en defender y viceversa.

Al que suscribe le gustaría ver a otros centrocampistas diferentes a Mario y a Gabi. Aunque solo sea por ver caras nuevas y para comprobar si estas caras identifican a unos futbolistas que sepan qué hacer con la pelota, sepan combinar con los delanteros y sepan reforzar la defensa cuando sea necesario. No controlan el ritmo del partido. Se descolocan con excesiva frecuencia. Y a pesar de eso, ahí siguen para dar sustos y disgustos a los aficionados atléticos con más frecuencia de la que sería deseable para sus debilitados corazones.

Diego intenta con su movilidad y disposición ocultar los defectos de ambos centrocampistas, pero no da abasto. Le sigue faltando ese punto de gran futbolista que tuvo años atrás, y que aún no hemos visto en el Atlético. Se valora su predisposición y se reza porque el genio vuelva a él. Pronto si puede ser.

Además de la victoria, el encuentro trajo otras buenas noticias como la confirmación del crecimiento futbolístico de Arda, que añadió a su buen partido, su primer gol como rojiblanco. En cada encuentro tiene mayor influencia en el juego del equipo. Atrás quedan las dudas sobre sus recurrentes lesiones y crecen las certezas de que su incorporación ha sido un acierto. Cuando el equipo está despistado se sube a hombros del turco y éste lo conduce bien con un recorte, bien con un centro; casi siempre con la mejor opción.

El que suscribe piensa que ahora el técnico y los jugadores tendrán todo el tiempo del mundo para reflexionar y encontrar soluciones a la mala trayectoria en la liga. Que este triunfo sirva también para reconducir la situación en el campeonato doméstico ¡Ojalá!