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De los muchos desmanes que el gilismo ha causado en el Atlético de Madrid el más dañino de todos ha sido el de ir cargándose poco a poco o mucho a mucho la identidad del club. A partir de ahí destrozar el orgullo de ser atlético y transformar un club campeón en un club mediocre, salvo algunos momentos de gloria, ha sido coser y cantar.

Uno de los aspectos que mejor refleja la perdida de nuestra identidad es el de la capitanía del equipo. En los últimos cuatro partidos el Atleti ha tenido cuatro capitanes diferentes: Domínguez contra el Granada, Perea en Udine, Suárez contra el Sevilla y Gabi en Bilbao. El brazalete de capitán en el Atlético de Madrid se ha transformado en una prenda ropa interior que se quita y se pone a diario para que uno se sienta limpio y seguro por dentro. Torres, Maxi, Simao, Agüero, Forlán han sido capitanes y la mayoría ha salido del club con más pena que gloria.

Antiguamente los capitanes eran los futbolistas, no solo más veteranos del equipo, sino también los guardianes del espíritu del club. El capitán era insustituible en el campo y en el vestuario. Una persona respetada por los jóvenes y los veteranos y venerada por la afición.

Ahora, da igual que el jugador que porte el brazalete en el campo lleve dos años o dos meses. El capitán puede ser cualquiera porque ni lleva el tiempo suficiente en el club, ni es insustituible en el campo, ni es respetado en el vestuario, ni es venerado por la grada.

Y así llegó el Atleti a Bilbao con los rumores sobre si el sustituto de Manzano será un aparecido Schuster o un mesías con de pelo blanco, solo dos meses después de iniciarse la competición. Con la inestabilidad como marca de la casa y el miedo en el cuerpo de los jugadores y del entrenador es muy difícil que nada pueda funcionar en un equipo de fútbol.

No hay análisis posible de un partido en el que el Atleti desapareció durante toda la segunda parte. Ni ganas, ni garra, ni lucha, ni convicción. Así que de fútbol, ni hablamos. El equipo se diluyó bajo la manta de lluvia de San Mamés. El Athletic no necesitó hacer nada del otro mundo para marcar tres goles en ocho minutos y destrozar a un equipo que ya venía muy tocado.

Manzano sacó a Koke cuando restaban quince minutos para terminar el partido en una decisión indecente. Koke no jugada desde los cinco minutos que disputó en Udine. Antes del partido de la Europa League, el anterior fue el 21 de septiembre contra el Sporting.

El Atleti se ha convertido en una implacable máquina de triturar jugadores, entrenadores y va camino de cargarse a la afición. Mientras esto ocurre, Gil Marín atiende las numerosas llamadas de teléfono que le deben de estar entrando en estos momentos para proponerle un nuevo entrenador y así, poder continuar el carrusel interminable en que se ha convertido el Atlético de Madrid de los últimos 24 años.