forzaatleti

Simão Pedro Fonseca Sabrosa, de 31 años, jugó ayer su último partido como colchonero. Y lo hizo con un gol, de penalti lanzado impecable, como otros tantos, y ante su público. Deja atrás 166 partidos, 32 goles, un brazalete de capitán, la banda izquierda huérfana, y un sinfín de recuerdos imborrables, como su gol ante el Recreativo en Copa la temporada pasada. ¿Recuerdan?

Otra de esas operaciones inexplicables del trío Gil-Cerezo-Pitarch, otra venta de un titular con la temporada empezada, como ya pasó con Maxi, Heitinga o Jurado, demuestran una vez más que la planificación deportiva es una cosa desconocida para los dueños de este club. No se qué pensará Quique Sánchez Flores de todo esto, pero sí estoy seguro de una cosa: si luego no se alcanzan los objetivos, él será despedido y los dueños se darán palmaditas en la espalda. Así es el fútbol, dicen.

El partido era importante, los Octavos de Final de la Copa del Rey, nada menos, y ante el Espanyol, un equipo que apenas un mes antes te había ganado 2-3 en casa. Por ello Quique decidió sacar toda la artillería. Toda la que le queda, quiero decir. Pero claro, en el Atleti si los dueños no te debilitan el equipo, ya lo hacen ellos solos. En el minuto 13 Forlán se retiró lesionado, y antes del descanso Reyes fue expulsado por embestir con los cuernos a un rival, tras recibir un pelotazo.

Antes de eso, en el 32, Simao había metido su gol, su último gol aquí, de penalti. Un penalti por manos involutarias fuera del área que el árbitro interpretó como le dió la gana, por cierto. 1-0 y gracias.

En la segunda parte, el árbitro, horrible toda la noche, compensó el partido expulsando por doble amonestación a Víctor Ruiz. De Gea salvó al Atlético del empate, y quizás de algo más, y Agüero, que buscó el gol con insistencia, no lo encontró. Pero como siempre fueron los mejores de un partido en el que todos los ojos estaban puestos en la despedida del 20 colchonero. Así fue, en el 83, Quique sustituyó a Simao que se despidió de la parroquia ovacionado y con los ojos llorosos.

Cuando el partido finalizó y Simao se hubo despedido de sus compañeros en la intimidad del vestuario, volvió a salir al campo a dar un último adiós a los aficionados que allí seguían coreando su nombre. ¡Simaaao, Simaaao! Adeus capitão. Y gracias.